Juvenal

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Se bosqueja el desierto, los murciélagos emiten gemidos indecibles, los pasos nómadas huyen despavoridos y el vuelo del cuervo oscuro tantea las carnes tumefactas y podridas. Devora, engulle y goza del cadáver.  
 
Sólo hay una hiena que repite incesantemente ¡Quiero  probar tu cuerpo, Juvenal, perderme en la inmensidad de tus ojos melancólicos! Y se relame el hocico lleno de sangre de la víctima que acaba de tragar. Quiere olvidar el permanente desasosiego que la acosa. Quiere sentir una vez más los sueños,  quiere enamorarse una vez más. Y vuelve a morder los huesos corroídos, mientras se escucha su risa avergonzada que repite estrepitosamente ¡La totalidad está contigo Juvenal! 
 
La hiena duerme satisfecha. Siente el permanente fluir de sangre en todo el cuerpo,  las miradas que nunca se cruzan   buscan  la inmensidad entre los más oscuros recovecos. Encuentra que la fascinación existe, que podría  dar la vida si la amaras. Pero es una hiena y está hambrienta. Ella persistentemente espera una sonrisa del cráneo del cadáver incompleto, meneando la cola como un perro. Te vuelves peligroso Juvenal, algo imperfecto en el  orgiástico toque de hocicos en una historia  jamás vivida.
 
La hiena pretende vivir una vez más y es necesario salir a matar, hostigar a la víctima y perseguirla hasta sacrificarla, soñar su historia prohibida, perenne y maliciosa. Abrir grandemente la boca para cortar la aorta  y mientras la vida se escapa, sentir la tibieza, el instante eterno en que se regocija contigo y aprisiona tu cuerpo, esperando la eternidad  de morir contigo. Se acaricia en la sangre que pasea por el cuerpo inerte,  la  ironía en su ondulante caminar. Lo quiere imperfecto y herido. Mañana será otro día de caza. 
 
 
* Carmen Huarachi Caro es Egresada de las Carrera de Literatura
de la UMSA. Cursa el quinto año de la Carrera de Derecho en la UMSA, es Diplomada en Educación Superior y fue una importante actriz de teatro. 
 
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