Un peluche, tal vez una muñeca, una mantita, o una marioneta, todos recordamos algun juguete especial de aquella primera infancia, cuando el mundo era simple, y podíamos aferrarnos a algún objeto, cuya cercanía significaba seguridad, alegría o aquella familiaridad que tiene olor a infancia. Un recuerdo imborrable que viene a nosotros como un perfume, una imagen que en la edad adulta nos llega como salida de un sueño, porque viene de otro mundo del que ya no somos parte, y no sabemos si fue real porque en la fragil memoria conviven y se mezclan recuerdos con fantasías, sueños con ilusiones.
Para el holandés Florentijn Hofman, y probablemente para mucha gente, este símbolo de la inocencia es un pato de hule, de esos que flotan en la bañera y significan para los niños la emoción y la sonrisa a la hora de tomar un baño; pero al contrario de lo que podemos encontrar en un hogar promedio, el "patito" de Hofman mide 20 metros de alto por 32 de largo. Un pato de goma gigante. Una excentricidad. Una fantasía.
Los niños lo adoran claro, con ellos la identificación es inmediata, lo entienden, pero esta obra está más bien dirigida a adultos. En efecto la imponente presencia del palmípedo gigante disrrumpe el ajetreo de la vida moderna y obliga a quién lo ve a llenar la mente, al menos por un momento, con la nostalgia de la inocencia perdida. Esto no puede sino tener un efecto catalizador positivo.
Estaba más bien escéptico ante la idea de esta escultura. Crear un juguete gigante puede parecer un ejercicio frívolo. Habrán cosas más importantes que merezcan la atención de los artistas. Pero esta duda desaparece ante la experiencia del titánico pato. El efecto es inmediato. No por nada se queda la gente sentada por horas contemplándolo, esperando el atardecer para tomar las mejores fotos. No por nada la obra sigue vigente luego de cinco años desde su primera exhibición, el 2007.
El éxito del pato de Hofman esta, claro, en la cualidad humana con la que todos nos identificamos, la infancia, pero también en su colosal y agresivo tamaño que contrasta con la inocencia de la idea que representa. Es también un factor importante el lugar de exhibición, generalmente un lago, un puerto u otro espejo de agua, un lugar abierto al que el público puede asistir libremente. Se asegura así el impacto mediático. Otras obras de arte contemporaneo estan confinadas al cubo blanco de los museos alejadas del gran público.
Este singular pato es además viajero, desde el año de su creación la obra de Hofman a recorrido varias de las grandes capitales del mundo, comenzando por Amsterdam ha estado también en Sao Paolo, Sidney, Hong Kong, entre otras, y ahora se encuentra en Pekín, donde tuvimos la oportunidad de verlo. Por donde pasa despierta interés, y por ejemplo en la capital China ha causado singular espectativa, por alguna razón los beijineses se han sentido especialmente atraídos por la obra y han hecho colas interminables para ir a verla el día de la inauguración. Cerca de ella se venden como pan caliente pequeñas réplicas de peluche, poleras y otros recuerdos. Quieren que el pato se quede, pero no, sin duda seguirá su viaje al terminar la temporada, y seguramente lo veremos pronto flotando en alguna otra capital, en donde se presencia interpelará a quien lo vea, por su tamaño, sí, pero también por su significado, que incomoda o emociona, según cuán reprimido o presente tengamos a nuestro niño interior.
Nos gustaría ver alguna vez, porqué no, este amarillo patito en el azul Titicaca.
