Inmersos en la obra Laberinto situada en el Museo de Etnografía y Folklore, conversamos con la artista Ligia D´Andrea, una de las invitadas del SIART 2011. El tema de la bienal “Diálogos en la Complejidad”, toma el cuerpo de un pausado recorrido, de contenido zigzagueante, que acoge en silencio la mirada del visitante en atmósfera de inesperada contemplación. En Laberinto se viaja con la mirada más que por el callejón o el recoveco del espacio, se transita por las tonalidades de un vivo amarillo traslucido. Sinuosidad de un solo color, que hace aparecer y desaparecer al visitante, cuando se traslada de un lugar a otro. Color que se transforma filtrando la luz de las horas del día, y que concede aislamiento, reposo. Uterino en términos de la artista, donde livianas ondas de calamina, se elevan como un fragmento que podría desearse interminable, parte de un rizoma mayor, sin destino final.
Sin principio ni fin, una espiritualidad callada, hecha de materia que serpentea, y respira humedad, pausadamente, al compás de pequeñas gotas de agua, que vacilan al caer, como gotas de lluvia, deslizándose en el latido de la calamina. Materia de sombra y mucha luz, que por oposición, hace pensar en el precario hogar de las urbes latinoamericanas. Vida a la intemperie que presiente el vuelo y la inestabilidad de la favela amarilla, llamada Laberinto; pero también el reducto de una buscada paz, cuya consistencia esta siempre al borde de lo provisional, del traslado, del desmoronamiento y la frágil desterritorialización.
Toda obra es también una íntima biografía en pos de la subjetividad trascendental, la presencia del color como rasgo brasilero, pero también como una influencia de espiritualidad oriental, trazan el viaje migratorio de la autora. Un trayecto umbilical, que conduce a engaños, a posibles salidas o retornos, del túnel de la propia identidad. Casi como la demanda del artista alemán Wolfgang Laib, que en medio del caos, hace de la pulcritud y pureza de las formas, un posible santuario del mundo.
AZ: Háblanos de esta noción de llevar varias culturas, y como se expresan en una obra de arte, es decir en tu propuesta.
LD: Creo que casualmente o no, mi identidad es así también, un cúmulo de culturas y muchas dispares, soy nieta de migrantes italianos, nací en un pueblo de migrantes la mayoría italianos en Brasil, con una fuerte influencia del vivir del migrante italiano en Brasil pero en una región dividida entre los gauchos que estaban ahí antes de llegar la migración alemana e italiana. Entonces las influencias mías han sido permeadas entre los pequeños pueblos de migración alemana e italiana, del sur de Brasil. Después fui a vivir a Alemania a estudiar, una cultura muy diferente de la mía. Me identifico con esa región del norte de Italia y sur de Alemania, a pesar de que viví solo en Berlín (que es otro país dentro de Alemania porque es una ciudad que tiene un contexto cultural muy fuerte, marcado por toda la historia alemana, y de una modernidad de fines de 70, que era el nuevo expresionismo alemán). Yo trabajaba en una universidad donde la mayoría estaba en esta onda de “los nuevos salvajes”, pero mi lenguaje era trabajar con cartones viejos, pintar por encima, y no podía encontrarme con ellos, no podía tampoco traer lo que era de Brasil para mí, conscientemente. Es ahí donde noté las grandes rupturas que tengo con el tema de “una identidad, una cultura” y a partir de ahí la apreciación.
Creo que mi identidad cultural es fraccionada, pero sin un conflicto, situación que he visto como una ventaja para mí, y un dolor también; porque uno siempre tiene la idea, por lo menos siempre se ha dicho, que la raíz cultural de uno, para un artista, es muy importante para el trabajo del que va a hablar después. Me preocupaba pensando que sería una desventaja, ser una persona que no podía hablar de una sola cultura: la brasileña; sino que estaba permeada de una cultura de migración, que carga consigo, ya no, la cultura de origen, sino la nostalgia de la cultura que fue de origen, y que está lejos de uno. Brasil tiene sin embargo, una característica muy típica que es esa mezcla, somos varias etnias, varias culturas que nos permeamos con la influencia africana, que es lo que más libera el espíritu del brasilero cuando viene de una región fuera del Brasil, el africano con su religiosidad y con sus rituales, la danza, la música, tiene una forma de ser absolutamente diferente de la mía, de este pequeño pueblo donde yo nací.
Salgo de ahí y entro a vivir en Alemania, después viví un tiempo en México, ahí descubrí lo que era ser sudamericano, la cultura mexicana, todo lo pre hispánico que hay en México. Me identifiqué como latinoamericana por adopción, creo que todas las culturas que he amado ha sido por adopción consciente. Viví después cinco años en Barcelona, otra cultura, que no es la italiana de origen, pero es latina, liberando para mi muchos temas de nuestra latinidad dentro de América Latina; y estoy casi veinte años viviendo en La Paz. La Paz que tampoco es Bolivia entera, pero es un país que he apreciado mucho. He apreciado la complejidad de este país, que tiene una identidad que yo diría, a veces se atasca, que no la asume, con una cierta resistencia de aceptar lo suyo, a comparación digamos con México o con Brasil, donde se asume esa identidad caótica con cierto goce, con cierta liberación, ¡qué bien que somos así, no hay otra solución más que seguir adelante asumiendo esa diversidad!
Encuentro aquí, este conflicto como un tema crudo, que necesita ser trabajado. No quiero decir que asumo eso como mío, pero me identifica. El conflicto, las áreas de conflicto de la cultura boliviana, son las que más me seducen y me atraen, y con las que puedo convivir sin conflictos. Entonces de repente yo diría que soy esto, me doy la libertad de identificarme con el país donde vivo, como una tentativa de encontrarme en esa complejidad. Por un lado puede uno decir que eso es una pérdida de identidad, y por otro que es una ganancia. Me libero de decir eso no es brasileño, yo estoy metida entre una cosa y otra, y en esa fragilidad hay un goce, me siento privilegiada de estar entre dos sillas.
AZ: Enfrentados al conflicto de la saturación y sobre información de esta contemporaneidad. ¿Cómo piensas resolver como artista la demanda de lograr capturar al espectador sin necesidad de recurrir al grito?
LA: Al hacer el laberinto y cubrirlo, con las calaminas amarillas yo quería crear, para mi primero, alfo que es lo que todos buscamos seguramente, un lugar de reposo, un lugar más uterino. El laberinto hace un recorrido, recorrido que está más o menos preestablecido por el camino, con pequeñas sorpresas, y engaños, de pensar que se puede salir por un lugar y no se puede. Con pequeños engaños, como es el caso del laberinto, Y dar esa posibilidad, de caminar en un espacio limitado, con un predominio del color amarillo, para dar una atmósfera. Y voy a intentar el tema de las gotas de agua, que son un tipo de marcación de tiempo, donde tienes que concentrarte en esto, y caminar nada mas, entonces, no hay imágenes, estoy tratando de crear solo una atmósfera.
AZ: ¿Cómo se expresa este arte migratorio en la obra Laberinto?
LD: Lo primero que pensé fue el tema de la arquitectura que se desarrolla improvisada, en la periferia de las ciudades, principalmente latinoamericanas, por eso elegí la calamina que es un material barato de construcción, que tiene ese tema de protección también, que deja pasar una cierta luz, que no impide la entrada de luz. Y migratorio es el desplazarte de un lugar a otro, buscando una salida pero sin contaminar, quería un lugar de silencio, tal vez con las gotas de agua ese silencio se va a poder notar.
Cuando uno hace una instalación, para mí por lo menos, siempre termina siendo casi un performance, porque no se puede dominar, por más maquetas que tenga y mediciones en pequeño, yo misma termino sorprendida de lo que he podido crear. El espacio arquitectónico donde estamos, va a ser un poco eso, un lugar de silencio, pero buscando traer una característica urbana, que es mi pasión; ver como las ciudades se desarrollan en este caos, y en esta migración. Para mí, el tema estético de la arquitectura en Bolivia es algo que siempre me ha fascinado. Por ejemplo si uno va al Alto, es un lugar espectacular, de un espíritu que está siempre cambiando con su evolución. Deseo intentar crear algo aquí, algo así pero lejos de esa polución típica también de migración. Cuando uno llega a una ciudad improvisa la vida, improvisa el hábitat y es un hábitat siempre diferente. Intentaré ver si eso se realiza en mi trabajo.
AZ: ¿La calamina traspasada por la luz también remite al límite entre lo urbano y lo rural?
LD: Mucho porque es un material fabricado, barato, al que cualquiera puede acceder, hay una calamina de metal que es la más pobre, la más barata. Pero yo no he querido reconstruir las calaminas urbanas que están llenas de carteles pegados, sacados, sucios y grafiteados; yo quería un lugar de paz y silencio, quería acentuar el contrario para poder llegar “al otro”. No se trata de mostrar ese otro lugar de forma directa, porque vas al Alto y ves eso, o vas a las periferias de Bogotá, Sao Paulo o cualquier otra ciudad, y ves eso. Pero si ves aquí, creo que puedes remitirte al otro, y ver al otro, estéticamente, pero también como espíritu de vida.
AZ: Un fenómeno de las instalaciones que se están dando en Latinoamérica, es una deliberada ausencia de representación, pasando a la emulación de la realidad, y resulta que la realidad es mucho más descomunal e impresionante que la propia instalación, se recurre cada vez más a la simulación, pero sin el goce de la distancia que conduce a la interpretación. ¿Qué opinas de esto?
LD: Yo no puedo identificarme con los chorros de sangre, para que la gente se impacte, estoy del lado contrario. La sangre, es la tragedia nuestra de vivir en grandes ciudades, la tragedia de ver ciudades grandes a través de la televisión y el internet, todo lo que ya sabemos aquí, tu estas en Bolivia, y estas en otras ciudades y eso es lo que me fascina hoy . Puedes estar en cualquier lugar y estás viendo otros lugares simultáneamente: El tema de la primavera árabe, las protestas en Nueva York ahora, o lo que fue en España el M 15, en Brasil los indignados. Tú estás en tu casa acá, pero vives realidades ajenas a la tuya, y te identificas, esto es simultaneo.
No puedo en mi arte , querer acentuar eso todavía más; sino salir, buscar un espacio donde yo pueda estar conmigo, que es hoy una lucha, como frenar esa avalancha de información; y el arte para mí, es ese lugar de libertad, de recrear mi mundo a mi manera. Sabiendo que hay una confusión afuera, es así como puedo yo preservar mi paz interior sin estar enajenada de lo que pasa afuera. En ese diálogo a veces no de igual manera, todos vivimos hoy en el recoveco del laberinto; parece que estas yendo a un lugar pero no es así, todos en general, vivimos siempre desplazados, no estás nunca en tu propio lugar, y eso es lindo si logras salvarte, replegarte, salir de eso. Es la tentativa que tengo, después de haber vivido en varias culturas, e identificarme con lo grotesca que es nuestra vida hoy, lo improvisada que también es nuestra propia vida. Hoy no podemos planear para diez años, no sabes, mañana pierdes tu empleo, tus hijos no se quedan más contigo, salen afuera, se casan con personas de otra cultura. Esas raíces que parecían ser el reto mayor, tener tus raíces para saber quién eres, yo creo que es cada vez más difícil tener esa conciencia.