Poemas muy Violetas de Chary Gumeta

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“La criminalidad es un perro que camina por todos lados moviendo su cola”

 

Reseña del libro: Gumeta, Chary (2016). Poemas muy violetas. Quetzaltenango, Guatemala: Metáfora editores. ISBN: 978-9929-40-845-6, pp.86.

 

Poesía y saber crítico: la humanidad y el mal

Mucho se ha dicho sobre el sentido social de la poesía, tanto que en ocasiones resulta en un eslogan vacío (“poesía para cambiar el mundo”, “revolucionaria”), pero, pensándolo bien, y luego de repasar lo mucho que ha producido la poesía contemporánea sobre la invención del mundo a través de la palabra siempre de manera “crítica” (los mundos subterráneos del inconsciente de los sueños, las oblicuidades de las narrativas no lineales, los múltiples intentos de producir la poesía no “convencional”, o aquella hecha para “subvertir la realidad”) es de vital importancia una poesía combativa basada en la reflexión y denuncia de un mundo caótico, impredecible y profundamente inhumano. Un digno antecedente de está combatividad-plástica incrustada en el poema es quizá la obra de Jesús Arellano, poeta de Jalisco.

 

En este sentido la poesía crítica resulta de utilidad en medio de un bosque cultural plastificado, desechable, imaginariamente pulcro, insensible e insensato ante lo importante, y que en su anverso y profundo ser está marcado por el mal como complemento de lo que denominamos como el bien. Quizá este mundo, siguiendo a Baudrillard, de la hiperrealidad (en donde el bien y el mal son una mal divisa que bebemos todos los días como agua imantada de silencio) debe ser renombrado por el poeta con urgencia ante tiempos tan obscuros.

 

Más allá del título de poesía política o revolucionaria, que tuvo su sentido en América Latina en los peores momentos de las dictaduras militares o en los momentos esperanzadores de las revoluciones socialistas, una poesía crítica hoy en día tiene una enorme responsabilidad en la medida que debe deslindarse de, primero, los clichés superficiales fincados en extremos ideológicos, y, segundo, de generar una sensibilidad alterna frente a lo inhumano y a el mal como cultura, es decir, debe desmarcarse de las éticas y los valores que asumen el mal como cultura no democrática o cultura del estigma. Esto último se refiere, no al sentido decorativo de la cultura e incluso de la Kultur, sino de su sentido como reglas de acción que nos hacen pensar/sentir/normativamente el mundo (¿no acaso toda estética es al final de cuentas un código de interacción social?).

 

Por supuesto que estas tareas no son nada fáciles porque suponen la generación de una nueva politicidad; una renovada distancia, mirada y diálogo con el poder y sus formas desde el arte y el lenguaje. Esta nueva politicidad supone, a su vez, una ética radical que asuma como valor central el asunto de la preservación (más allá de lo biológico) de la condición humana sobre todas las cosas (recordad a Hannah Arendt y su discurso contra el fascismo y sus formas así como su discurso poliédrico sobre la condición humana como realización intensa, finalmente, de la esfera de la labor). Desde esta perspectiva una poesía combativa es una poesía que al retumbar en las cavidades de la conciencia produce sonoridades normativas a favor de la no/dominación humana, es decir, a favor del sujeto con posibilidades de autonomía política. De esta forma una poesía combativa, desmarcada del cliché ideológico y colocado como dardo de lo auténtico no es más que una sonoridad democrática, que al sonar/tañer/vibrar, como palabra-música (tambor) funda una esfera pública virtuosa signada por el (día)logo democrático. Esta poesía es ya, en sí misma, una arena democrática por su resonancia dialógica.

 

En este sentido, ¿no acaso esta poesía es un acto de redención por la enunciación?, de ser así, entonces, la poesía es creación profunda que renueva y descubre con pavoroso asombro el abismo de lo humano: abismo-telúrico: ¿nueva política de la autonomía social?

 

Pero no acaso, desde la Ilíada de Homero, ¿toda poesía no es más que una narrativa que enumera los males humanos, las fatalidades y el mal producido humanamente ante la fatalidad del mundo y la veleidaes de los dioses?, ¿no es más que el recordatorio de lo que somos como seres productores de sentido reducidos a nuestra pequeña carne? Por esto, también, la poesía es más que una mera forma de inteligencia de la historia y lo social; así cuando la voz es auténtica su criticidad es una realidad nueva de la conciencia moderna. Cuando la poesía decide ser crítica en medio del caos, y la represión, no hace más que demostrarnos ese otro lado obscuro de lo humano en donde el mal no es más que, como diría el sociólogo Michel Maffesoli, el complemento inherente a lo humano y lo moderno, pero que obliga a una lectura molecular de su fondo y forma. Por ello la poesía crítica, más no revolucionaria, es y ha sido la más moderna de todas. No la poesía que grita y vocifera, sino la que al cantar sin miedo puede conmover nuestros registros normativo-políticos a favor de una humanización necesaria y democrática.

 

La poesía de la memoria, la rabia y la razón de Chary Gumeta

En México llevamos miles y miles de muertos, desaparecidos y desplazados producto de la guerra contra los carteles de la droga, además de que la violencia en todas sus formas se ha convertido en una fuerza omnipresente en nuestra sociedad e instituciones. Y como nos dice Chary en su libro, “También en el sur se matan palomas”: 70,00 mil desaparecidos en la frontera Sur de México con Guatemala, la mayoría de ellos mujeres.

 

Poemas muy violetas de Chary Gumeta (Chiapas, México, 1962) es un libro rebelde, es decir, pleno en su voz de tambor. En este caso el conjunto de poemas funcionan como grito, como un “ya  basta”, como un “No se dan cuenta”. Y ¿saben qué? Creo que la voz de Poemas muy violetas es auténtica: radical: radicalísima como forma de pensar y golpear nuestra conciencia política o nuestra in-consciencia. En este sentido cada poema invita a la construcción de una nueva realidad: un no a lo autoritario, un no a la muerte, y un sí a la vida como libertad humana radical. Esto significa que cada uno de sus poemas instruye una rebeldía necesaria ante el mal como hiperrealidad, como banalidad.

 

Poesía del malestar, en contra de la violencia, esa que, por desgracia nos ha cercado los últimos 10  años en México, Chiapas y Guatemala, que ha tomado el territorio de norte a sur, que ha sembrado muerte, desaparecidos, desplazados, que ha prostituido a las personas como sicarios. Entonces, en medio de un océano de silencio, Poemas muy violetas es un libro valiente y comprometido; no es un libro de lectura fácil, en él hay dolor, sangre, desesperación, un respirar agitado; aparecen una serie de personajes desgarrados en su humanidad y colocados en los bordes del dolor.

 

A Virgilio lo levantaron una mañana

en la que se dirigía  al trabajo

su familia lo buscó en la Cruz Roja,

en el SEMEFO, en los hospitales, en la cárcel,

se perdió a la vista de todos

se fue en un viaje sin nombre y sin destino. (p.25)

 

Señor Sicario,

asesinaste a cuarenta y tres muchachos

destruiste cuarenta y tres sueños

cuarenta y tres educadores que eran esperados 

por niños de las comunidades

donde no existen ángeles. (p. 31)

 

Marcela, […]

Recordaremos los días de fiesta,

En que los demonios nos daban de beber

licores infernales (p. 60)

 

Cecilia, sicaria de tiempo completo […]

Esa claridad efímera nos hizo ver

que somos ángeles de muerte

somos sicarias

y eso…

eso no lo decidimos,

ni lo escogimos nosotras. (p. 71)

 

El libro comienza rindiendo tributo a los momentos emblemáticos de nuestra vida política, momentos en los que la violencia de estado actuó con impunidad: G8, Acteal, “para los autodefensas de México” la Ruana, Ayotzinapan. En este caso la poesía se convierte en testimonio a la vez que se configura en un nuevo discurso político que intenta una renovada conciencia; en este sentido, el libro a pesar de su aparente rudeza, plantea un mensaje de paz, una posibilidad necesaria que parte de una realidad para desenmascarar. En los textos hay una especie de esperanza que se enuncia como una oración.

 

México […]

Sigamos reinventado la paz

A ver si la encontramos. […]

Basta ya de envolverlo en miedo

de romperle el alma

de golpearlo hasta el cansancio. (p. 36)

 

Sigamos reinventado nuestras ilusiones

y a nosotros mismos. (p. 36)

 

Así como también, el libro es un llamado a dejar las actitudes pasivas a políticas frente a la violencia; de algún modo es un llamado estético hacia la ciudadanía y esta postura es tan sutil a la vez que contundente que eriza la piel.

 

Hoy he comprendido

que la cobardía me ha llevado

a una existencia triste y desganada.

Lamento haber permitido

que los soldados cortaran las ramas

de mi árbol preferido

y las rosas del jardín de mi abuela. (p. 65)

 

En el libro hay un hermoso y particular poema en español del sur, el poema dedicado a Gaby, que nos muestra otras sonoridades cercanas al lenguaje de la selva y el rio y ese viento más puro de la montaña que nos cosquillea la piel:

 

Chiantlequita poné tus oídos abusados

al escuchar las palabras enternecidas

que te dicen los muchá

la mayoría son mentiras

y pior es la promesa del milico

lo único que quiere es darte guaro

y llevarte al monte.

Apenas sos una patijita. (p. 66)

 

Después de leer “poemas muy violetas” de Chary Gumeta, hay zozobra; sí, pero queda un viento cálido de esperanza, de que todo esto, tan malo, con tanto daño, algún día sea un mal sueño, siempre, claro, todo con un dejo de paradoja.

 

Vivo al sur

donde el sol brilla

y el viento huele diferente

sobre hermosos campos

de amapola. (p. 72)

 

Por su poder estético-moral y ético-político esta poesía debe ser indeleble en nuestras letras, sin duda alguna: marea que no es ruido sino incómoda sonoridad porque en ella vive la conciencia más importante, la conciencia de lo humano como cuidado infinito, sutil y más alto. Así es: lo más alto, porque sin esta conciencia es imposible la continuidad, el latido, la voz, el canto, el tambor; en fin, la poesía como acto fundamental de lo humano y la cultura como razón.

 

Marcela, […]

cuando vengan por nosotras

detendremos el tiempo,

nos abrazaremos fuertemente

y por primera vez

nos diremos la verdad,

hablaremos de la lluvia sobre el pasto

y del silencio que éramos

cada vez que destruíamos las palabras. (p. 60)

 

Recomiendo la lectura de este libro poderoso de Chary Gumeta, además, incansable promotora de la poesía y la amistad poética.

 

 

Toluca, México; 22 de septiembre, 2017.

 

 

Jorge Arzate Salgado
 
Universidad Autónoma del Estado de México
 
arzatesalgado2@gmail.com
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