Casi olvidado por los historiadores y críticos de arte, Armando Sánchez Fernández es de esa estirpe que no necesita de halagos y zalemas para sostener lo que su generación asumió, amparada en un manifiesto aparecido en julio del 1949:” No creemos en el aplauso del público, o al menos sabemos de su deleznable calidad, en todo caso preferimo …s su ludibrio… y en vez de desfacer entuertos, preferimos hacerlos”. Son algunos de los puntos referenciales de un grupo de artistas e intelectuales que se aglutinaron en torno a la figura de Don Quijote. El manifiesto, cargado de rechazo a la sociedad de su tiempo, expresa la intensa movilidad social que se produjo a raíz de la derrota en la Guerra del Chaco.
Su entorno político estaba conformado por importantes acciones que estaban lubricando cambios en la sociedad de post guerra, como por ejemplo la celebración del I Congreso Indígena Nacional que convoco Villarroel, en 1945, la Tesis de Pulacayu, declaración de la FSTMB después del derrocamiento de Gualberto Villarroel en 1946, la Guerra Civil del año 1949, dirigida por el MNR y que provocó una crisis de representatividad el año 1951, detonando la Revolución de abril del1952.
En este escenario se desarrolló la obra de Sánchez Fernández, en un ambiente de rechazo a su sociedad y un constante afán de interpelarse a sí mismos, en tanto mixturaban sus preferencias por Marx, Freud y Trotski y alegando a su vez, una independencia respecto a sus influencias.
En ese caldero de contradicciones y búsqueda permanente, sus componentes, de varia forma, fueron tentados por las frescas conquistas de la Revolución Nacional, pero siempre manteniendo distancia con el grupo Anteo, conformado el año 1950 por un importante grupo de artistas y que actuó decididamente a favor de los cambios propugnados por el oficialismo.
Un marcado pesimismo exhala el manifiesto, empero reconocen airadamente que:”No somos nihilistas; nuestra convicción en la estupidez humana no nos quita optimismo y estamos persuadidos de que el hombre camina hacia su liberación social, que es la liberación de su conciencia” En algunas ocasiones, en la obra del artista, se palpa esa lucha existencial entre el rechazo del mundo y la esperanza, sus colores violentos lo emparentan a momentos con la visceralidad del Expresionismo alemán, nacido después de la Segunda Guerra mundial; en otro momento su búsqueda espiritual le hace mirar el cosmos o, poseído de una lucidez terrenal, acercarse a sus habitantes que se debaten por la sobrevivencia.
Es un artista que no consideró importante desarrollar un estilo y entronizar su nombre en el círculo de los coleccionistas, es un torrente de insatisfacción y eso lo libera de mantener morfologías y planes cromáticos de fórmulas consabidas. Él no concibe ataduras, y como un viento libre, utilizó varios estilos y tendencias, siempre en los límites fronterizos. Bolivia, no tiene una sola historia, sino que, desde la oscuridad, están brotando otros momentos que fueron importantes y que fueron ignorados por las castas y que ahora salen a la luz, como este apasionado testimonio que refleja el intenso trabajo de este artista boliviano.
Su entorno político estaba conformado por importantes acciones que estaban lubricando cambios en la sociedad de post guerra, como por ejemplo la celebración del I Congreso Indígena Nacional que convoco Villarroel, en 1945, la Tesis de Pulacayu, declaración de la FSTMB después del derrocamiento de Gualberto Villarroel en 1946, la Guerra Civil del año 1949, dirigida por el MNR y que provocó una crisis de representatividad el año 1951, detonando la Revolución de abril del1952.
En este escenario se desarrolló la obra de Sánchez Fernández, en un ambiente de rechazo a su sociedad y un constante afán de interpelarse a sí mismos, en tanto mixturaban sus preferencias por Marx, Freud y Trotski y alegando a su vez, una independencia respecto a sus influencias.
En ese caldero de contradicciones y búsqueda permanente, sus componentes, de varia forma, fueron tentados por las frescas conquistas de la Revolución Nacional, pero siempre manteniendo distancia con el grupo Anteo, conformado el año 1950 por un importante grupo de artistas y que actuó decididamente a favor de los cambios propugnados por el oficialismo.
Un marcado pesimismo exhala el manifiesto, empero reconocen airadamente que:”No somos nihilistas; nuestra convicción en la estupidez humana no nos quita optimismo y estamos persuadidos de que el hombre camina hacia su liberación social, que es la liberación de su conciencia” En algunas ocasiones, en la obra del artista, se palpa esa lucha existencial entre el rechazo del mundo y la esperanza, sus colores violentos lo emparentan a momentos con la visceralidad del Expresionismo alemán, nacido después de la Segunda Guerra mundial; en otro momento su búsqueda espiritual le hace mirar el cosmos o, poseído de una lucidez terrenal, acercarse a sus habitantes que se debaten por la sobrevivencia.
Es un artista que no consideró importante desarrollar un estilo y entronizar su nombre en el círculo de los coleccionistas, es un torrente de insatisfacción y eso lo libera de mantener morfologías y planes cromáticos de fórmulas consabidas. Él no concibe ataduras, y como un viento libre, utilizó varios estilos y tendencias, siempre en los límites fronterizos. Bolivia, no tiene una sola historia, sino que, desde la oscuridad, están brotando otros momentos que fueron importantes y que fueron ignorados por las castas y que ahora salen a la luz, como este apasionado testimonio que refleja el intenso trabajo de este artista boliviano.
Edgar Arandia Quiroga es Director del Museo Nacional de Arte
La exposición de Armando Sánchez Fernández se inaugura el Miercoles 11 de Mayo a las 19:00, y estará abierta hasta el 10 de Junio en la Sala Temporal del Museo Nacional de Arte.