Fabricio Lara y Ariel Villca

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Fabricio Lara, Tauromaquia  Ecuestre Astral  y las fugas de Calizaya
El pintor y escultor Fabricio Lara participó de Tercer encuentro el Arte y el Vino con dos pinturas llamadas Ecuestre al Amanecer y  Tauromaquia. Ambas gestadas  en el transcurso de diez días, al abrigo del frio que impactó las jornadas de trabajo, y al contacto del  cálido sol en la plaza en el Valle de la Concepción. Tal vez por esta razón una toma vida en los vivos matices del azul, y la segunda impresiona por el uso del rojo, ambas jugando con la misteriosa presencia del negro. La técnica es el acrílico sobre tela, y  los colores impregnados por la espátula y el pincel cambian sobre el lienzo con la perspectiva de la mirada.  Ecuestre Astral y Tauromaquia inspiradas en formas y sensaciones rupestres, se nutren de los matices de la zona. A Lara le gusta el campo abstracto, sus figuras son sugeridas y no descriptivas, pero sí  figurativas.

La influencia  de las expresiones primitivas de todos los continentes, con pocos elementos y sensibilidad de técnicas mixtas,  se hace presente.  Inmersos, en el  azul  del primer cuadro, y en el rojo del segundo, surgen  figuras arquetípicas, el caballo onírico y el toro expectante próximo a desdoblarse;  seres  separados de su sombra y  tótems en el mundo creado por Lara. En los últimos años estas imágenes se hacen recurrentes, pero alterna con gatos, parejas, o besos, ya que compositivamente le permiten moverse y desenvolverse, espontáneamente sobre  el lienzo.

La distancia o la cercanía de la mirada sobre la tela descomponen las formas, es cuando la imaginación  advierte  el  desdoblamiento  del minotauro. Frente al caballo primordial invadido por la sombra de la pintura; el artista señala su interés por la obra  de Roberto Matta, de Mark Rothko y Wifredo Lam. Sus cuadros   podrían estar acompañados, según el autor, por la música de Debussy, Vangelis, o el espacial Jean Michel Jarre. Cuando trabaja puede escuchar tinkus, una chacarera, o rock,  el pintor  recibe información todo el tiempo, cuando va en un micro, cuando camina, información visual y temática. La obra refleja todo lo que procesa como  los libros de arqueología que reinterpreta y recrea con un lenguaje propio. Sus cuadros  tienen de una fuerza y una textura muy personal que hace cómplice el tacto a la mirada. Se parecen entre sí,  sembrada por las sugestiones que dejan abiertas , cada cuadro es un viaje con un camino trazado que depara un orbe por explorar.  Ecuestre Astral y Tauromaquia se miden por  la temperatura y el contraste sutil, colores fríos y cálidos en el imaginario  del que participa  su obra.

¿Cómo se destila el maridaje del arte y el vino en sus obras?, El  color del vino es un recurso  para volver a buscar la raíz de la identidad, la pintura da  fisonomía y expresión a la  cultura de un pueblo.  La expresión de la pintura es la expresión del color y la sensibilidad, y también la producción del vino. Tomando la esencia del vino, el toro con tonos rojos remite al color del vino. “Me parece interesante que toda esta región se preocupe por el arte, y a partir de ahí pueda tener una nueva revalorización, lo que es la producción artesanal e industrial del vino” señala el pintor. 

Con el mismo tema; los colores fuertes, la textura y los relieves de  de la obra de Fabricio  conversan contrastando a su manera con la sensualidad de los pasteles en la obra de otro  artista, el pintor orureño Jaime Calizaya y sus acrílicos sobre tela. Los toros semifigurativos de Jaime, son  transparencias y  trazos con  ángulos rectos que se extienden en libertad alcanzando con amplitud todo el espacio del lienzo. Calizaya difumina sus rosas y amarillos, tonalidades celestes, azules y verdes, pesadas y leves. Las ingrávidas apariciones de sus animales atraen por el movimiento que suscitan y por la belleza de las posturas que adoptan  con una nueva representación de mundo. Nadando en un mar de transparencias las formas de Calizaya conocen el etéreo abismo del sueño. Si Fabricio impresiona el lienzo cubriendo todos los espacios de color, Calizaya hace sus formas aparezcan y desaparezcan en el blanco, sobrenadando el vacio.

 

Comadres, Campiña Tarijeña y Ángel luz en la obra de Ariel Villca.
El Tarijeño Ariel Villca ha poblado sus lienzos con personajes sin rostro,  no son sin embargo  figuras cerradas o herméticas, cuerpos generosos y formas rotundas  sacian el apetito de la mirada. Sus  seres se agrandan y se expanden  hacia abajo atrapados por la gravedad de la tierra, pero también intuyen el encanto del cielo tarijeño estrechándose y estilizándose hacia arriba.  Su obra no sólo deforma la realidad, extrañamente se  caracteriza por un singular realismo en la reproducción  de minuciosidades.  Detalles en suelas, polleras y accesorios visten  escenarios cultivados con esmero, “hasta hormigas he pintado” dice el artista. Objetos cotidianos como un zapato, o una botella se transforman en medios de expresión, o en instrumentos de crítica social supliendo por su similitud  formal,  partes del cuerpo de sus personajes. Sus técnicas son mixtas, mediado por la espátula y la aguada, sus gordas rebosan color, y se someten dócilmente  al juego de la parodia, homenajeando a su manera, grandes obras como por ejemplo Las Tres Gracias de Rubens.

En  sus cuadros el cuerpo es  el personaje. El estilo del realizador enamorado de  los volúmenes es la expresión corporal borrando toda explicación en el continente del rostro. Inflando las formas y robusteciendo las figuras humanas, la innegable presencia  del cuerpo cobra vida.

En este contexto el volumétrico pintor Fernando Botero parece  una referencia ineludible, sin embargo Villca establece una diferencia radical, la sensualidad de sus gordas se origina a través de una perspectiva inusual, estrechándose y ensanchándose  de arriba abajo, las obesas del colombiano, en cambio, tienen  una forma constante. Por otra parte a semejanza de Botero, los universos  humanos  de Ariel  están  desplegados para  contar costumbres, fiestas o arrebatos."Porque no siempre vamos a expresar un llanto, una risa o alegría mediante el rostro o los  músculos faciales de la cara, también se  puede  expresar  corporalmente”.

En el cuadro Comadres se ve a una mujer chapaca ebria de vino. No vemos la cara pero sabemos por la postura, el estado corporal y el estado anímico, el encanto emocional  de los que la rodean. Pequeñas esferas sin rostro coronan los cuerpos y se relacionan con espectadores, de gestos, bocas y ojos hendidos o abiertos. Qué extraña resulta la cara humana confrontada con el desierto de estos volúmenes.  Así nacen las formas, en  los grosores y las masas visuales que reclaman su lugar en el mundo y que desbordan vitalidad.

En Campiña Tarijeña figurativo  y caricaturesco,  habita  el  cielo  con los artistas del Tercer Encuentro el Arte y el Vino,  Remy Daza, Javier Fernández y Hugo Guantay. En medio del cuadro rotunda la escultura de Uriondo, deslumbra el centro de la plaza, y por abajo se presenta la campiña tarijeña, la uva, el vino, la caja, la caña, el horno; lo más emblemático del pueblo. En el cuadro Ángel Luz  Villca imprime una firma,  la mutilación en el cuerpo, conjugando  la sustancia de la madera con la piel y traspasando  su color. La madona de Ángel Azul lleva el corte en el brazo derecho como un brazalete. Sentada  exhibe el lugar donde se abre  el  desnudo trasero, la generosa retaguardia de la ninfa, que sostiene en la elevada mano una manzana inconclusa. El poeta Luis Alberto de Cuenca  celebra  el descubrimiento de los artistas con esta parte de cuerpo, advirtiendo que si la cara es el espejo del alma el trasero es el espejo del cuerpo. Otros dirán que a semejanza de los senos que conducen al corazón, más sensual aún, el trasero se abre al secreto  lugar del sexo.

 (Segunda Foto: Cortesía de Fabricio Lara,  toro en proceso de terminación)

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Acerca del autor

Escritora y periodista cultural. Licenciada en Literatura. Ha publicado el poemario “Fragmentos en el Aire” Ed. Gente Común. Relatos en las compilaciones “Algo por el Estilo” (Marcelo Villena, UMSA), “Memoria de lo que vendrá”,(Juan González, Nuevo Milenio), en “Más de cien escritores bolivianos” (Roberto Agreda Maldonado Ed. Kipus), en la Antología Primer Festival Internacional de Poesía José María Heredia, Toluca 2017 y la Antología XXII Enero en la Palabra. En medios como Los Tiempos, La Razón, El Diario, Opinión, Revista “Tu mundo”, Revista Municipal de Culturas “khana”, Revista de poesía “Alforja” y Cuadernos de Literatura “Pensamiento Decolonial y Literatura”. Como crítica de cine, ha publicado junto a Marcelo Reyes “Apuntes de Cine” Ed. 3600. Desde 2002 hasta la fecha es editora de la revista digital de arte y cultura, Palabras Más, de la que es cofundadora.

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