En las cadencias de una narración oral, Félix Muruchi reconstruye en estos textos una vida consagrada al ineludible ejercicio de la política (ineludible al menos en países como Bolivia, en los que la política no es una elección sino una fatalidad). La suya es un vida ejemplar en el viejo sentido de las vidas ejemplares: resume un destino colectivo y toca los núcleos esenciales de la historia boliviana contemporánea: el origen rural-campesino, el trabajo y la formación política mineros, el exilio en tiempos de dictadura, para rematar, ya en la era neoliberal, con sus años de militancia alteña. En ello, quizá lo único desafortunado del libro sea el uso de la palabra “activista” en el subtítulo, palabra cuyas connotaciones aluden a tradiciones más voluntaristas.
La narración de Muruchi, editada en colaboración con Benjamin Kohl y Linda Farthing, tiene el interés, además, de ser capaz de establecer un conexión orgánica entre el destino individual y lo que se ha llamado la historia “larga” de una colectividad. Que una autobiografía, como ésta, no pueda establecer sus sentidos sin aludir a hechos como, por ejemplo, la Guerra del Chaco o la Revolución del 52 prueba precisamente ese interés.
Minero con poder de dinamita
0
Compartir.