El condenado camina hacia el poste que ha de servirle de apoyo ante la arremetida de los fusiles. Va con calma flanqueado por un cura, viste elegante al uso de la época, pide quedarse el sombrero y que no le venden los ojos, desea confrontar a sus verdugos. Se saca el abrigo y lo entrega al religioso “Para mi madre, para que tenga un par de duros más” le dice. Un instante terrible y todo acaba; queda el cadaver medio sentado, el sombrero ha volado, con la vida, al aire, en una especie de último saludo. El menor de los Jáuregui no es más.
Así enfrentó Alfredo Jáuregui a la muerte, y esta es la dramática escena que pudimos ver el lunes 5 de noviembre, en la Cinemateca Boliviana. La vimos en imágenes en movimiento gracias a los restos de una película que fue hallada en latas donadas en marzo a la FCB por Fernando Guerra. Se trata del cortometraje documental “El Bolillo Fatal” filmado en 1927 por Luis Castillo. No está claro todavía si hablamos de la misma película que en registros del Conacine figura con el título “El Fusilamiento de Jáuregui” o si se trata de otra edición realizada en todo caso con el mismo material.
Además de la tremenda escena filmada en todo su realismo y crudeza, el evento estuvo y todavía esta, rodeado de una intensa polémica en torno a la aplicación de la pena capital. En efecto se sabe ahora como lo afirma el historiador Mariano Baptista Gumucio que Alfredo Jáuregui era inocente del crimen por el que fue fusilado, el supuesto asesinato del General José Manuel Pando, ex-presidente de Bolivia. De acuerdo a las investigaciones de Baptista en 1927 también se conocía que los Jáuregui eran inocentes, o al menos no se tenía la certeza plena de su culpabilidad. La condena y posterior fusilamiento habrían sido apresurados por intereses políticos.
Este episodio oscuro de nuestra historia fue salvado del olvido por el impresionante registro cinematográfico de Castillo, y fue lo que María Dominguez y Carolina Cappa encontraron en las últimas latas procedentes del excine Bolivar. Evidentemente el hallazgo de este film trasciende el ámbito artístico-cinematográfico y se constituye en un importante documento histórico de Bolivia. El estado de conservación de la película es extraordinario tomando en cuenta que el nitrato de celuloide del que se compone es autoinflamable, razón por la cual sólo el veinte por ciento de las películas de la época, a nivel mundial, se conservan aún. Esto hay que agradecerlo claramente a la familia Guerra, proprietaria del ex-cine Bolivar en dónde se conservó hasta ahora el material.
La película no está todavía en condiciones de ser exhibida al público, el fragmento que fue presentado a la prensa dura sólo unos segundos, recién ahora debe comenzar la tarea de restauración, tarea que según Dominguez tomará por lo menos un año. Si no nos equivocamos esta será, junto con Wara Wara, la segunda película restaurada por la Cinemateca Boliviana, que con estos proyectos justifica su existencia.