El Infierno del Chaco

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La película se estrena este Jueves 19 de Mayo a las 19.30 en la Cinemateca Boliviana de La Paz.

"Filmado, el pasado se fija, deja de vivir pero sin poder volver a morir transformado en estatua de sal, continúa viviendo bajo la capa traslúcida de un gusto amargo. Este es el sentido de la metáfora órfica: el cine es lo que nos ha dotado de otra memoria.
El cine se acuerda de todo, de forma virtual y a veces actual, pero ha cambiado nuestra forma de recordar cambiando los contenidos de nuestra memoria, cambiando nuestra propia memorial” 1

El miércoles 21 de Diciembre de 1932, en el Cine Renacimiento de Buenos Aires -Lavalle 925-, se estrenó un film de titulo extraño y realización sorprendente: En el infierno del Chaco, dirigido por el camarógrafo y director de fotografia argentino, Roque Funes. En su edición de la semana siguiente una de las revistas destinadas a los exhibidores, Heraldo del cinematografista, no encontraba manera de calificarlo por su valor comercial como hacia habitualmente con todos los films estrenados o a estrenar- y remida al lector a la lectura del análisis. Alli se señalaba: "[. . ] resulta sumamente difícil pronosticar su éxito comercial, dudoso, como el de todas las películas de esta índole. Comporta la película el denodado esfuerzo de un operador argentino digno de ser ayudado por los exhibidores, no ya solamente por patriotismo, sino para recompensar el esfuerzo desarrollado para ofrecer un documento auténtico de la guerra del Chaco al público” 2. En efecto se trata de uno de los dos documentos fílmicos realizados -y quizás el único existente- sobre la guerra en el Chaco boreal que enfrentó a Bolivia y a Paraguay entre 1932-19353.

La “Guerra del Chaco”, como se la denominó, fue el enfrentamiento más importante que se produjo en Sudamérica durante el siglo XX. Dos ejércitos de más de cien mil hombres combatieron durante tres años. El saldo fue de noventa mil muertos -sesenta mil del lado boliviano. De acuerdo a los historiadores el enorme número de bajas responde no solo a la violencia de los combates sino también a las condiciones del clima -extremadamente caluroso y seco-, sumado a la falta de agua. La guerra finalizó en 1935 pero los tratados de paz se firmaron recién en 1938, en la ciudad de Buenos Aires. Paraguay, vencedor del conflicto, mantuvo en su poder las cuatrocientas mil hectáreas en disputa, mientras que Bolivia logró una pequeña porción de territorio que le brinda la ansiada salida al mar vía el rio Paraguay, que fue una de las causas de la guerra, -la otra fue la posible y nunca confirmada existencia de petróleo en la región.

Desde 1928 ambos países venían destinando mayores recursos para equipar sus ejércitos y avanzar sobre el territorio. Entre negociaciones, amenazas y algunas escaramuzas en la frontera, se llegó al 31 de julio de 1932, cuando un destacamento boliviano capturó el fuerte paraguayo de Boquerón, dando inicio a las hostilidades. Rápido de reflejos, Roque Funes se embarca, desde el Rio de la Plata, hacia Asunción el 4 de septiembre – junto a un nutrido grupo de estudiantes paraguayos dispuestos a defender su patria- y obtiene del Ministro de Guerra y Marina los salvoconductos necesarios para ir al frente como operador oficial del ejército. Llega al frente el día catorce cuando el ataque paraguayo sobre Boquerón ya ha comenzado. Allí filma a los primeros heridos que retornan para ser asistidos en Puerto Casado, centro de aprovisionamiento de Paraguay. La toma del fuerte resulta una de las batallas más prolongadas de toda la guerra y recién el 29 los soldados bolivianos se rinden. Funes registra todos estos episodios y retorna a Buenos Aires los primeros días de octubre. Monta el material filmado -casi dos mil medros de película- agrega leyendas y mapas donde ubica geográficamente el conflicto y muestra, mediante la animación de puntos y flechas, el avance de las tropas paraguayas y el repliegue boliviano. De tal modo el film es, en rigor, un documental sobre uno de los episodios de la guerra, la reconquista de Boquerón. Sabemos que Funes pensaba retornar al Gran Chaco y seguir el curso del conflicto, por lo tanto se brota de un primer registro sobre los episodios 4. Esto explica, en parte, la urgencia con la que realiza la película: entre la batalla de Boquerón a fines de septiembre y el estreno del film en diciembre pasan apenas tres meses. Sin embargo Funes no pudo volver y el material que obtuvo resultó el definitivo.

El film se inscribe dentro de la serie de documentales bélicos, aunque también se acerca al modo de registro propio del corresponsal de guerra. Este último adquiere relevancia a partir del desarrollo de los noticieros cinematográficos a comienzos de la década del diez. De este modo, la Revolución Mexicana fue el primer conflicto de cierta envergadura filmado, al que luego se suma la Primera Guerra Mundial. Durante estas experiencias los camarógrafos de guerra diseñan distintas estrategias para mostrar la guerra, entre ellas, la reconstrucción de algunos hechos fue una de las más habituales. En esos casos recurrían a los soldados y oficiales -que se conversan en verdaderos actores del drama que acababan de protagonizar-, para reconstruir la escena que no habían logrado filmar. Tampoco era infrecuente agregar fotogramas o trozos de otros films para darle mayor dramatismo.

Roque Funes no fue ajeno a estos procedimientos así como tampoco dudó en agregar algún truco óptico sobre el, muchas veces, sereno paisaje en el que se apostaban los combatientes paraguayos, para recrear una batalla. Otro de los recursos desplegados es el virado al naranja -restaurado para esta edición con el que se obtiene la impresión de agobio y calor que se ajusta al paisaje.

La película actualmente funciona como un documento con varios niveles de lectura; por un lado sobre la forma del relato cinematográfico de guerra y por el otro, resulta una fuente notable sobre un conflicto que tiene poca presencia en la historiografía latinoamericana.

La mayor parte del metraje esta dedicada a los prolegómenos del enfrentamiento, así, la cámara registra los desfiles de carácter masivo en Asunción, luego la marcha de los soldados hacia el frente y la enorme movilización de recursos sobre un paisaje desolado. La predominancia de marchas hacia la frontera da cuenta de una guerra que fue básicamente de logística y traslado de hombres y equipo. Entonces, el ejército disciplinado y eufórico de Asunción da paso a hombres de rostros fatigados y andar desarticulado. Funes se detiene en Puerto Casado centro de operaciones paraguayo y observa las precarias instalaciones, la tienda que funciona como hospital y los preparativos de los soldados. Allí se ven las distintas ocupaciones de los hombres en el campamento, el resultado es una mirada sensible y original sobre la vida cotidiana en la guerra. Finalmente le dedica unos minutos a la batalla, que adquiere dinamismo por efecto del montaje que usualmente se considera propio del lenguaje del cine de ficción – cortes rápidos, uso del plano y contraplano y distintas trucas: sobreimpresiones, planos que se repiten invertidos, inserts, etc. Estos recursos junto a los ya señalados dan cuenta de la puesta en escena que implica también todo documental.

Luego del triunfo, el festejo de los soldados junto a una orquesta en medio de la selva. "Gloria a los vencedores de Boquerón”, “¡Viva el Paraguay!” rezan las últimas leyendas mientras Roque Funes remonta el rio de vuelta a Buenos Aires.

En enero de 1946 Funes le escribe al Ministro de Guerra de Paraguay ofreciéndole a la venta una copia del film que “fue exhibido con éxito en los cines de Asunción”. Allí destaca el valor histórico del material en su carácter de documento objetivo sobre la guerra en un grado que jamás será superado por la pluma de ningún historiador. Señala el buen estado de los negativos y su creciente importancia” (…) sus méritos no pueden decrecer y si aumentar, como sucede con los méritos de todo aquello a lo que la pátina del tiempo le va concediendo carácter de reliquia. La película muestra la realidad de los acontecimientos en el momento de producirse, y esa realidad no está desvirtuada, como podría suceder en un film argumental. En esa misma carta vuelve a señalar la conveniencia de adquirir el negativo, “cuyo destino -con el correr del tiempo- sería incierto” 5. Las advertencias de Funes resultaron proféticas, el film efectivamente, tuvo un recorrido incierto hasta que apareció en 2008 gracias a la familia Estragó, que conservó una copia, a las gestiones del presidente de la Cinemateca de Paraguay Hugo Gamarra y al investigador Fernando Martin Peña quien se ocupó de la restauración y exhibición del film.

Volviendo sobre la cita con la que se inicia el articulo, la aparición pública de En el infierno del Chaco recupera un episodio significativo que pareció caer en el olvido. Para los espectadores contemporáneos se trata en este caso de una memoria que se construye casi integra a través del cine, que, al fijar el pasado en imágenes, evita que muera.

1. Jaques Aumont, Amnésies. Fictions du cinema d’aprés Jean-Luc Godard citado en, Ángel Ouintana, Fábulas de lo visible. El cine como creador de realidades, Barcelona, El acantilado, 2003.

2. Heraldo del cinematografista, Miércoles, 28 de Diciembre de 1932.

3. El otro film fue realizado por el boliviano Luis Bazoberry quién combatió en el frente de batalla como aerofotogrametrista del ejército. Allí rodó gran cantidad de material, que pudo estrenar en 1934. En 1953 realizó una versión definitiva -sumando imágenes de la firma del armisticio-, aunque para entonces parte del material original se había deteriorado. Hasta ahora el film de 1953 resultó imposible de localizar.

4. Entrevista realizada en, Revista Film, Buenos Aires, 2 de Diciembre de 1932.

5. Cartas de Roque Funes del 25 de enero y 30 de marzo de 1946, Archivo del Museo del Cine Pablo C. Ducrós Hicken.

 

En el infierno del Chaco

FICHA TECNICA
Producción: Roque Funes
Dirección: Roque Funes
Fotografía: Roque Funes
Duración: 60´
Estreno: 21 de diciembre de 1932, cine Renacimiento, Buenos Aires
Procedencia: APROCINAIN

Nota
La copia que se encuentra en la Fundación Cinemateca Boliviana forma parte de un paquete que lleva el nombre de MOSAICO CRIOLLO, PRIMERA ANTOLOGÍA DEL CINE MUDO ARGENTINO, donado a la Fundación el año 2008 por el Museo del Cine Pablo Ducros Hicken. La autorización para la exhibición fue solicitada y aceptada por la misma institución, Museo del Cine Pablo Ducros Hicken, que fue la encargada de hacer la restauración.
Agradecemos la gentileza de la directora del Museo, Sra. Paula Felix Didier y la colaboración de Fabián Sancho, parte del equipo del centro de documentación del Museo.
 

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