No es el alimento, es el alimento, la vida. Sin duda en La graine et le mulet (El grano y el mújol, 2007) concurren todos los sentidos del cuerpo, y también los inasibles ingredientes de la realidad, el cansancio y la turbación.
El cuscús no es un pretexto para retratar un barrio de emigrantes árabes en el sur de Francia, es la porción que se apodera de todas las escenas. Construida la tramoya también nos hace desearlo, como un hilo que se tensa hasta lo insoportable. Presagia el hondo final del que no podrá salir como si estuviese anclado en un pozo de pesadumbre. Crecidas emociones se concentran en el grano de cuscús, inesperada tensión salida de la amorosa mirada del director tunecino Abdel Kechiche.
Tenga paciencia, la opacidad y la decidida falta de energía con la que avanza toda la primera parte de la película, lo prepara para el vivo desmoronamiento final. La cinta de más de dos horas pone a prueba su resistencia y su capacidad de contemplar lo ordinario, pequeños detalles que filtra la vida para conocer a los esmerados seres del grano de cuscús. Kechiche que también es guionista y actor, intuye el poder de la espera para probar el mundo que lo rodea, el tiempo de una emoción que prevalece al sopor del tiempo real.
¿Y el cuscús? Asimilando el mundo, siendo de origen árabe, el guiso picante y candoroso acompañado por la sémola, permea en la cultura local como un plato francés de todos los días, de igual manera, adversa singularmente, el emigrante hace suya la tierra que habita, y el nublado sueño de integración prevalece al fantasma del destierro. La nueva generación de ávidos emigrantes en La graine et le mulet , toma forma en el esplendoroso y nutrido cuerpo de la actriz Hafsia Herzi. Una de las mejores interpretaciones, su memorable danza del vientre, es la que justifica todo el pesado viaje del film, el baile de su generoso, orondo, rollizo vientre, y el abrupto encuentro con la asombrada muerte. No es el esbelto cuerpo de modelo, es el radiante anhelo del alma transformado en vientre, que desespera.
La película opta por el cinema verité, el desenfadado y casi torpe estilo documental que registra afanosamente la realidad, crudamente, con prontas digresiones y extensos diálogos en ambientes naturales, sin falsos ropajes, tal como se presentan en la vida real. Los personajes hablan libremente, sin la menor prisa, llevando la persecución de las cámaras de un rostro a otro, rodeando el ritual acto de comer. Caprichosamente el director también redunda con morosas escenas, trastornando el sólido hechizo de la realidad.
Por otra parte, La graine et le mulet nos inicia en las alas de una común fantasía, la de escapar a la miseria. La fria y amable ilusión nos invita a la maternal mesa franco- árabe, con la familia y vecinos de Slimane (Habib Boufares), involucrándonos luego en la gran cena, en el herido deseo y las vicisitudes de abrir un pequeño restaurante de comida árabe. Marroquís, a los que reconocerá como propios, alrededor del cuscús, que podría ser cualquier plato típico boliviano, anhelos que finalmente manifiestan la tragedia del hermoso rostro de Slimane.
FICHA TECNICA
Título original: La graine et le mulet.
Dirección y guión: Abdel Kechiche.
Producción Claude Berri, Benoit Pilot.
Elenco: Habib Boufares, Hafsia Herzi, Farida Benkhetache, Abdelhamid Aktouche, Bouraouia Marzouk, Alice Houri.
Fotografía: Lubomir Bakchev.
País: Francia.
Duración: 151 minutos.
Premios: Cuatro Premios César (mejor película, director, guión y revelación femenina), Premio Especial del Jurado en Venecia y Premio Marcello Mastroanni (Hafsia Herzi), Premio de la crítica en los Premios del Cine Europeo, entre otros.