Sólo Otra historia de amor (2008), se pasó en el festival de Cine Europeo una vez en La Paz, como la mayor parte de las películas de la poco organizada muestra. La danesa cinta dirijida por Ole Bornedal, y actuada por Anders W. Berthelsen, Rebeca Hense y Nikolaj Lie Kaas, tironea y responde a los ecos del cine noir. Sólo otra historia de amor; es tan sólo otra historia recargada sobre el blando cuerpo de la anhelante femme fatale, o sobre la despreciada noble mujer; la infracción del la ley y el inesperado castigo ante de la torcida ambigüedad del bien y el mal. Lo interesante, además de la improbable inocencia de una o dos escenas, es la alternancia de fragmentos opuestos, conjugados y traspasados por el montaje sonoro para enunciar el relato; mientras Jonas pasea monótonamente por el supermercado con la rubia fortachona, abnegada esposa y madre de ojos claros, piensa, y se transporta a los desgarrados gritos de Julia al hacer el amor. Amén de un Sebastian cuasi sicópata traficante manipulador de mujeres. El desconocido humor danés de esta momia saltarina en silla de ruedas, embarazando a la protagonista desconcierta, pero no desagrada, el público en la sala amenazaba con alguna espectativa.
En el film las escenas y los personajes usurpan identidades, a través de este inusual recurso, y de un relato que cambia de rumbo, lo suficientemente desviado y teleserial para sostener la tensión que abre varias nuevas vueltas de tuerca. En Sólo otra historia de amor, la infracción se traduce en las consecuencias del peligroso deseo de ser un otro. En el perverso desfiladero, escapar a la inercia de ser uno mismo también es el narcisismo de mirarse actuar en la situación del otro.
La película es un innegable homenaje al cine negro. Género transformado en un enjambre de culto vagando por el mundo la ironía de sus gestos. Como la eterna A bout de souffle (1960), con un irrepetible Godard, que cautivada por la elegante inocencia delictiva de las primeras décadas cine hollywoodense no pierde vitalidad; en la distractiva Solo otra historia de amor, es verdaderamente curioso observar de este lado del charco, a otra cultura, con múltiples caras, apoderándose de los juegos y de las ciegas persecuciones policiales bastardeadas al absurdo. El cine negro que usualmente comienza parodiándose a sí mismo, es un metalenguaje del género que se complace, con otro pedigree, en la emulación.
Tal es el efímero repertorio de la esperada muestra de otras lenguas. Apenas podemos calibrar la temperatura europea de las transparencias en las salas paceñas. Esperemos que el próximo festival nos permita apreciar todas las películas exhibiéndolas más de una vez en diferentes horarios.
Para saber más de este festival: www.cineeuropeobolivia.org