El 26 de octubre, día del estreno en la Cinemateca Boliviana, previa visualización del film El Ascensor, conversamos con el director y sus actores. Este es el extracto en torno a la expectativa que ya genera la opera prima del joven realizador Tomás Bascopé:
EL DIRECTOR Y LA OBRA
PM: ¿Cuál ha sido el reto más importante al hacer una película con las restricciones espaciales que plantea esta?
TB: El ritmo, es muy complicado mantener la tensión con el público en una sola locación, ese ritmo gracias a dios lo solucioné en el guión, después estaban los actores. Yo también soy actor de teatro y escribí pensando en los actores, tuve la suerte de tener un equipo ideal y fueron tres meses de ensayos para poder interpretar el personaje. Ese era el mayor reto, si la actuación era un poco floja se caía la película.
PM: ¿Como director y guionista cuál consideras que es el principal aporte de este nuevo film al espectro de este boom del cine boliviano?
TB: A nivel audiovisual, tenemos por ejemplo Zona Sur, que es la primera película hecha en 360 grados; El Ascensor, por otra parte es una película que se va más al ritmo del primero y segundo plano, creo que el aporte de esta película es el hecho de demostrar a los jóvenes cineastas que no deben limitarse a lo económico o a las grandes historias. Lo que necesitas son buenos actores, una buena cámara, y ya está. La Cámara es una Z1v HDV digital, fue filmada en digital, el presupuesto asciende a los 90.000 dólares, pero yo tenía pensado hacerlo en 5000 dólares, bien cine de batalla. Esta es una película de acción interna, es una tragicomedia que tiene de todo, drama, comedia, acción, y tiene momentos que son más contemplativos.
Tiene un lenguaje visual bastante rítmico, muchos primeros planos, planos generales, todo lo que nos permitió la locación, plantea un lenguaje tradicional, como te digo a nivel audiovisual no creo que sea un aporte como fue el caso de Zona Sur, y lo mismo con Dependencia Sexual y la pantalla dividida de Rodrigo Bellott. Vamos a mostrar muy buenos artistas, este es un aporte, antes creía que los actores son lo único que importa, esa era mi visión, gracias a Dios tuve un muy buen director de fotografía que me apoyo, así como un buen sonidista que me guiaron. Creo que en Bolivia se da demasiada importancia quizás a la foto, al sonido y a la imagen y se descuida a los actores, sin embargo el actor es el que te narra y el que te hace creerte la historia. Aquí mostramos que el actor tiene un peso importante.
PM: ¿Cómo se logra realizar un film de tensión en un espacio tan reducido sin volverla monótona?
TB: Todas las películas tienen acción, particularmente no considero que esta sea estrictamente de acción. Yo quede obsesionado con una obra de teatro que actué anteriormente que se llamaba La Secreta Obscenidad de Cada Día del autor Marco Antonio de la Parra, que se desarrolla en una banca en una hora y media y desde entonces se me quedó la idea de que para hacer una buena película necesitas unos muy buenos personajes y una buena actuación. En este film los personajes tienen una cara y la van sacando poco a poco y no los terminas de conocer hasta el final, esa es la forma de poder mantener la tensión en una película de una sola locación.
PM: Últimamente asistimos a la producción de obras inspiradas en textos la literatura o en el teatro, es el caso de Rojo Amarillo Verde, ¿Qué opinas al respecto?
TB: Yo me enamoré de la forma y el ritmo de obra, cuando dos actores te cuentan una historia y conoces profundamente a esas personas, te entretiene ver y descubrir al ser humano, eso yo lo vivía y lo actuaba. Lo importante era mostrar personajes completos y trascendentales. Hablando del trabajo de mis compañeros y el tema de la literatura, creo que es cuestión de enamorarse de una historia, de un texto y ellos quieren reflejarlo como un tributo, quieren plasmarla. A mí me encantan las obras literarias de un determinado autor y me gustaría hacer una serie en lugar de una historia, se puede captar más de la humanidad de los personajes.
PM: ¿Cómo se realizó la dirección de actores, cömo lograste acercarte a ellos para conseguir a los personajes que necesitabas?
TB: Mi trabajo con los actores fue entre dictador y creativo porque tenía una mirada. Tenía distintos métodos de trabajo, Pablo Fernández que crea su propio método y es muy natural en la actuación, el viene de la Escuela Nacional de Teatro y prácticamente no tuve necesidad de dirigirlo. Fue un trabajo muy personal.
PM: ¿Consideras que la película responde a los criterios del cine de autor?
TB: Yo considero que todo el cine que es escrito y dirigido por el mismo autor es cine de autor, si bien tiene un tinte comercial, porque creemos que le puede gustar al público, porque está manejado en alquitrana, o sea en los cánones del cine comercial, me refiero al guión. Primero estoy aprendiendo a manejar este lenguaje cinematográfico para después liberarme, ya soy un poco más contemplativo. Pero es mi visión, es lo que creo del mundo, lo que transmití en la película.
PM: ¿En este sentido qué influencias estéticas participaron en la elaboración del film? ¿Se puede pensar la violencia, y el contrapunto del diálogo en el film, como estética?
TB: Estéticamente yo soy un enamorado de Won Kar Wai, y Akira Kurasawa. A nivel del guión, del diálogo, Woody Allen, y Tarantino. He tratado de construir una película de diálogo, y bueno el actor de teatro está metido, mi yo como actor está metido ahí, como si yo hubiera interpretado los personajes. Sucede de todo, yo no la puedo definir en un género, porque no sé que es, es un híbrido de todo y ahora las películas tienden a ser así. Tiene sus momentos, y cada actor tiene su momento dramático, tiene su momento cómico, tiene de todo.
Mi próxima película se llama Las Victimas y trata de la inseguridad ciudadana, es un guión donde están estos personajes y un actor paceño muy conocido, es mi visión de cuáles son las causas y las consecuencias de la inseguridad. En el ascensor el tema implícito es la lucha de clases y el mensaje es que el conocimiento interpersonal lleva a la tolerancia, ya nos descubrimos como seres humanos, cuando haces empatía ya no puedes lastimar a la otra persona.
PM: ¿Esta es tu opera prima, hablamos un poco sobre tu recorrido para llegar a este tramo, el de director de cine?
TB: Este es mi primer trabajo, ahora estoy muy inseguro de mi trabajo, he sido actor cinco años en el grupo de teatro Ditirambo dirigido por Porfirio Azogue y he estudiado licenciatura en comunicación social en la Gabriel René Moreno y después, cine en la Escuela de Cine La Fabrica y ahora sigo estudiando, esta película es mi escuela, me considero un alumno que no quiere pagar profesores. Si no empezaba ahora no empezaba nunca.
LOS ACTORES
PM: Alejandro Molina, debutas en la pantalla, con una trayectoria reconocida en teatro, ¿Cuál es el traspaso de códigos de la actuación de teatro al del cine, según tu experiencia? ¿Coméntanos las tensiones de tu personaje y su proceso?
AM: Mi personaje se llama Joni, esa humanidad que tiene me llamo mucho la atención. Ha sido cronológicamente filmado, y estaba todo el equipo concentrado, el proceso me ha ayu dado bastante, el proceso teatral ha sido el ancla para entrar a este lenguaje, la intimidad y humanidad del equipo. Me ha gustado mucho trabajar en cine, hay cosas muy similares sobre todo en la escancia de la concepción del personaje, el actor de teatro también trabaja como si estuviera dirigiéndose a cámara, en una teoría de la puesta en escena. Son dos procesos diferentes, en teatro tienes también una libertad determinada. En el cine tienes la libertad de ser mas humano, mas sincero, de estar mas centrado, más pequeño, te introduces a tu interior. El mismo hecho de poder hablar mas bajo te da la oportunidad de matizar, los gestos, es mas orgánico. En teatro estas más obligado a proyectar y eso te quita la organicidad, si no lo sabes utilizar. A mi me enamoró eso, ser más puro, más propio, más interno.
Empecé en el Teatro Duende, después en la Paz trabajé con Cristian Mercado en el teatro La Oveja Negra, hasta que en el 2003 me fui a la Escuela de Teatro, y últimamente estoy trabajando con el Proyecto Bufo, la relación teatral esta entrando a otro periodo y creciendo, en la Escuela de Teatro, esto se debe a que somos muchos y es un momento saludable para el teatro. A mí me gusta experimentar me gusta lo grotesco lo bufonesco, el humor negro, y mi personaje también tiene algo de esto.
PM: ¿Presentanos las controversias de tu personaje y su escena más complicada?
JAL: Yo soy Jorge Arturo Lora e interpreto a uno de los atracadores llamado Carlos, es el que empieza a urdir todo el secuestro. Represento a una persona de la clase trabajadora boliviana. Un tipo que no logro profesionalizarse pero que tiene mucha experiencia en construcción, con esa frustración de no ser el ingeniero, o el arquitecto. Estos problemas personales lo llevan a un encierro psicológico y un nivel de frustración que despiertan pasiones negativas en su vida, y ahí es donde empieza a urdir todo esto. Mi personaje es un individuo aparentemente muy tranquilo lo que nos lleva a desconfiar del que poco habla. La escena más difícil, ha sido la más dramática, cada personaje tiene una especie de monólogo, el monólogo cuasi interior en voz alta. Es un momento de catarsis de los personajes, y esto requiere mucho trabajo orgánico de liberación, de que el personaje pueda sacar sus fantasmas y sus miedos, su rabia. Las demás escenas eran interacciones que fluían muy bien porque había mucha química entre los tres.
PM: ¿Qué transformaciones sufre el actor pasando de un personaje de guerrilla al de un hombre trastornado de clase media?
JAL: En el Che interpreto a un hombre de los sesenta, chapaco, guerrillero, entonces había que encontrar esos momentos, tenía que trabajar el acento y las características del chapaco. Evidentemente este nuevo personaje es en otro tiempo y en otro espacio, represento a un hombre mucho mayor que yo, quedo una responsabilidad por la verosimilitud del personaje. El salto ha sido increíble, casi 60 minutos de estar todo en tiempo en pantalla, ha tenido que haber todo un trabajo de exorcismo del anterior personaje para lograr este otro, con otra cadencia.
PM: ¿Pablo Fernandez, cómo crees que evoluciona tu personaje en la lucha de poder que se desarrolla en una situación tan singular como la que se porduce a partir del encierro?
PF: Yo soy Hector Suarez, soy el empresario de clase alta que es atracado y secuestrado, y creo que en este ascensor hay tres personajes que son víctimas y culpables en cierto momento de la película; y creo que toda la gente que vea la película se va a identificar sino con los tres, por lo menos con uno de los personajes. Lo creo porque son historias muy humanas las que cuentan. En algún momento nos ponemos de lado incluso del atracador, como del lado de mi personaje.
Imagínate que a nadie le gustaría estar encerrado con sus dos atracadores, en un lugar donde ni siquiera se puede ir al baño en privacidad, y creo que este personaje en principio está asustado e incomodo, y después se va olvidando de que esta secuestrado y que las dos personas que están ahí le querían robar. En el encierro es inevitable que conversen de algo y ahí se van relacionando y se van humanizando, los tres se van poniendo en el lugar del otro, pero también tienen que preservar su seguridad y sus intereses. Es una lucha de poder muy interesante, hay mucho forcejeo y pelea, en que el ascensor cae y la pistola cambia de mano, entonces es interesante ver como se vuelca la historia totalmente, eso es muy interesante.