Críticos bolivianos dialogaron con el público el pasado 29 de octubre en la Sexta Versión de Cine Latinoamericano. Se expuso la necesidad de una crítica profesional y constante para generar una cultura cinematográfica.
Sin duda todos deseamos una crítica que produzca material nuevo, traductora de los especialistas en cine pero también del público, que ponga en contacto y diálogo a ambos. Que tenga conocimiento del cine boliviano y del universal, del independiente y del comercial, explorando sus contenidos sin caer en la paráfrasis o simple información, alerta de que las etiquetas no encasillan el significado de las películas. Un trabajo que tenga consciencia de la rescritura, que en sí misma es un arte autónomo, ya que en la escritura como en el cine el medio también es el mensaje. Necesitamos una crítica que se dé cuenta de la importancia de su rol y que produzca nuevos sentidos.
En este menguante espacio para la cultura y la crítica del cine, los periodistas culturales son mal pagados, se hace evidente una falta de recursos con que incentivar a los críticos. Salvo contadas excepciones aun no existe una crítica de cine que se gane a fuerza de constancia un espacio en los medios por la calidad y por el trabajo contínuo. Quién debe escribir en nuestro medio como orientador de la opinión pública, el especialista, el que trabaja involucrado en la producción audiovisual, el periodista o el crítico. El especialista debería servir de alerta, sin embargo, no siempre es escritor de crítica. Por otra parte no sabemos hasta qué punto, un director, un guionista o un productor por ejemplo, está dispuesto a hablar imparcialmente de su obra o de la de sus congéneres, debido a que criticar en todas sus dimensiones la propia película o la de los otros podría implicar un perjuicio y una pérdida económica de público y mercado.
Por lo tanto, a falta del teórico que medie entre los especialistas y el público, el periodista cultural debería ser el más adecuado. La capacitación debe ser una obligación constante del crítico dada la precariedad de recursos que se tienen. En cuanto al público no se le puede prohibir la libertad de expresión, no se la puede cuartar o limitar. Cualquier persona competente puede acceder a estas categorías que no son excluyentes. Probablemente el más adecuado para valorar libremente una película es el público. Al fin y al cabo el cine es una tramoya llena de artilugios cuyo producto final es esa ilusión que conecta la imagen muy cercanamente con el mundo real, y con la gente común. Se trata de una ilusión diseñada especialmente para el público , que determina la calidad de una película con sus propios parámetros de asistencia, y hay públicos, en plural. Hay un cúmulo de responsabilidades que toca a todos los implicados en la construcción de una película, desde la producción hasta la recepción del público. Con sus propios juicios el público es el crítico más desinteresado y honesto, no tiene nada que perder y no está sujeto a camisas de fuerza formales, como el periodista que cuenta el número de caracteres para hacer una crítica en un medio. El que está sentado en su butaca no tiene la menor obligación de pensar como el que está a su lado, y simplemente disfruta o no de una película.
La responsabilidad del crítico es la información, la reflexión y un sentido ético. El crítico también debe construir otra obra con su escritura. Debe seducir y orientar al público en un lenguaje cada vez más audiovisual y reflexivo. El gran problema con la crítica en nuestro medio es que se limita a hablar llanamente de los contenidos pero no retoma cómo se producen esos contenidos. Es decir la forma, el significante que implica un lenguaje hasta cierto punto técnico y especializado para crear la ilusión. Se hace urgente la aplicación de una deontología periodistica en todos sus ámbitos. Cuál es la diferencia entre libertad de expresión y responsabilidad de expresión en la crítica. La diferencia es la ética profesional, y personal, del que critica.