“Wira, el dios creador
hizo un valle al pie del Illimani diciendo:
Chuquiago, serás eterna,
protegida del viento y la helada”.
Chuquiago(1977), film dirigido por Antonio Eguino con guión de Oscar Soria, fue, de acuerdo a registros del CONACINE, la película más taquillera de Bolivia, al menos hasta antes de 2004, con 177 mil espectadores en el estreno, y 200 mil en el re-estreno. Chuquiago, si bien no es una película abiertamente política, tampoco es netamente comercial, entonces la explicación del éxito de taquilla hay que buscarla por otro lado.
La originalidad de la película Chuquiago, formalmente, es que está constituida en realidad por cuatro cortometrajes, cada uno con personajes diferentes, e historias diferentes, con el elemento común de desarrollarse todas en La Paz, “Chuquiago Marka” en idioma aymara, la ciudad al pie del imponente nevado Illimani. La primera historia es la de Isico, un niño campesino, cuyos padres por alguna razón no explicada, probablemente la falta de recursos suficientes para mantenerlo, deciden dejarlo, “regalarlo”, a la comidera de un mercado, en la ahora ciudad de El Alto. Isico llora la primera noche sin sus padres, pero luego aprenderá a estar solo. Luego de un tiempo deja a su primera protectora para instalarse en la “hoyada”, La Paz, volviéndose cargador. Antes de empezar esta nueva vida independiente, declarará a su nueva madrina, una vendedora de fruta, que sus padres han muerto. La segunda historia es la desventura de Johnny, el hijo de migrantes aymaras, cuyo padre es un humilde albañil, y la madre una chola que se gana la vida de empleada doméstica o lavandera. Su hermano baila la kullawada en el gran poder. La ambición de Johnny es viajar a los Estados Unidos, y vivir el sueño americano. Él estudia inglés, se viste con pantalones bota de elefante y chamarras de cuero, según la moda setentera americana. Está pues insatisfecho con su condición social, y para salir de la misma se meterá en problemas con la ley, y será además estafado por una “comercial” que promete una emigración fácil a América. El tercer cortometraje se ocupa de la vida y muerte de Carlos Toranzo (David Santalla) un funcionario, parte del pesado aparato burocrático estatal, padre de familia, carismático amigo y compañero de trabajo, que muere por una razón no explicitada, pero debido, sin duda, a los excesos de un “viernes de soltero”. La última historia es la de Patricia, una joven universitaria de clase alta, hija de un prominente empresario y político. Patricia, pese a tener todas las posibilidades para estudiar y vivir afuera, opta por quedarse en el país, y estudiar sociología, en la universidad estatal, la UMSA. Ahí conocerá a Rafael, dirigente estudiantil, metido en política, con el que vivirá un romance mal visto por sus padres. Finalmente optará, luego de algunas convulsiones políticas, por casarse con otro, alguien de su mismo medio social y amigo de la familia, traicionando así a su amor y sus ideales juveniles. En la última escena de la película, Patricia, desde el auto de recién casada, cruzará la mirada con Isico, el cargador, remitiéndonos al inicio de la película.
Estos cuatro relatos, si bien autosuficientes, forman una unidad, no solamente por su localización geográfica, sino porque todas exploran los temas de la lucha de clases y razas, los conflictos individuales identitarios derivados del mestizaje propio de La Paz, y la emigración, esa del campo a la ciudad, pero también la del boliviano al extranjero. El hecho de separar la película en cuatro permite, narrativamente, explorar estos temas desde varias perspectivas, generando una riqueza reflexiva que no hubiera sido posible de otra manera. Hay películas ya clásicas que han seguido el mismo esquema, por motivos similares, por ejemplo, Amores Perros (2000) del mexicano Alejandro Gonzales Iñarritu, que en tres historias que se rozan explora distintas escalas sociales de la misma ciudad de México DF. Otro ejemplo con la misma fórmula es Crash (2005) de Paul Haggis, película norteamericana que cuenta historias independientes unidas por un accidente automovilístico, cuyos protagonistas son latinos, blancos, afroamericanos, ricos y pobres cuyas vidas se cruzan evidenciando conflictos raciales y sociales. La receta propuesta por Eguino entonces funciona, y gracias a estos cuatro personajes, Isico, Johnny, Carlos y Patricia, nos paseamos por varios barrios de la ciudad de La Paz, el Alto, las laderas, el centro y la Zona Sur, y asistimos a la infancia forzadamente terminada de Isico, al conflicto de identidad de Johnny, nos reímos con el machismo, al final castigado, de Carlos, y finalmente tenemos un vistazo de la cómoda vida burguesa de Patricia, que coquetea con los idealismos, pero prefiere la seguridad.
Un acierto más de Eguino es el de dejar las historias con final abierto, vemos una parte de sus vidas, un episodio, pero nada más, no hay conclusión, no hay cierre impuesto, esto incentiva la reflexión del espectador, y la apropiación de cada historia, según cómo toque algo en nuestras propias vidas.
No podemos dejar de mencionar a la música de Alberto Villalpando, que acompaña la narración cinematográfica, con tacto y sencillez, creando los ambientes necesarios, acompañando a Isico con notas de zampoña y quena, a Johnny con guitarras y música folclórica, a Carlos además con cumbias, y a Patricia con algunas notas en piano. Esta banda sonora funciona, cumple su tarea y no disputa protagonismo al relato visual, sino que lo complementa.
La participación de los actores protagónicos, todos ellos, es de destacar comenzando por el niño Nestor Yujra (Isico), en un rol más bien pasivo, pero que, con sus miradas y silencio, logra transmitir emociones. Este primer cortometraje es casi en su totalidad hablado en aymara, idioma originario que no es del todo familiar para las clases urbanas paceñas. La labor de Edmundo Villarroel (Jhonny) es también destacable logrando dar credibilidad al personaje, pero la mejor performance es sin duda la de David Santalla (Carloncho). En su corto, una tragi-comedia que alterna escenas de su entierro y de varias facetas de su vida, Santalla derrocha carisma y talento para el cine, que luego se confirmará en 1982, en el rol protagónico de Mi Socio.
Chuquiago sigue siendo en la actualidad una de las películas nacionales que más ha recaudado en taquilla, este éxito se debe a su buena realización formal, pero, sobre todo, como hemos visto, a la empatía que logra generar en los espectadores bolivianos, en particular paceños por supuesto, al presentar una película coral en la que cada quién se identifica con tal o cual personaje, tal o cual situación geográfica o social. En Chuquiago están presentes temas que siguen siendo debatidos en nuestra sociedad, siguen generando conflicto porque no están del todo resueltos, a pesar de los cambios experimentados en los últimos años. La vigencia de la ley contra el racismo y la discriminación, por ejemplo, no ha logrado erradicar este fenómeno, aunque sí tal vez lo ha posicionado como una realidad patente. El tema de la emigración es cada vez más importante, la ciudad de El Alto, que ya tiene veinte años como ciudad, se ha construido en base a la migración del campo a la ciudad, y ha reclamado protagonismos importantes en los sucesos políticos de principios de siglo; y la emigración de bolivianos a Estados Unidos, España y Canadá ha sido masiva en los últimos treinta años, apenas disminuida por la crisis económica en los países del norte. Finalmente, nuestra ciudad, como otras en verdad, continúa dividida entre sectores populares y la zona sur que confirma, al menos en el imaginario paceño, su lugar como zona residencial privilegiada. Todos estos temas serán explorados luego en otras películas, que de algún modo encuentran su germen en Chuquiago. Así por ejemplo Zona Sur (2009) de Juan Carlos Valdivia, se ocupará de una familia acomodada paceña, tal como la de Patricia en Chuquiago, y de hecho el hijo mayor será un choco de pelo rizado y de nombre Patricio; la actitud de Wilson, el mayordomo de Zona Sur, al ponerse crema de la patrona frente al espejo nos recuerda la primera escena de Jhonny. En American Visa (2005) se tocará el tema del sueño americano, y el protagonista también tendrá que robar para financiar su viaje. De esta manera se confirma la importancia de Chuquiago en nuestra cinematografía, película que, elegida como una de las doce fundamentales de Bolivia en 2014, continua su diálogo vigente con nuestro cine, y nuestra sociedad.