En el ejercicio de armar un poemario, de colocar sobre las mesa aquello que decidimos abandonar hace mucho tiempo y ha sobrevivido la mano de un poeta adiestrado en el arte de un oficio similar al de “corte y confeccion”, o un arte quiza mas similar al de juntar sobre la palma de la mano las ultimas monedas que sobrevivieron la vida misma, para alcanzar la combinacion justa y apretada que nos permitiese conseguir algo finalmente con que saciar esta hambre insaciable que nos mantiene vivos. Un hambre de quiza ser un recuerdo, de hacer de otros un recuerdo tambien, o crear en otros un recuerdo en si. En este ejercicio y arte de armar un poemario, puedo asegurar que Roberto, al igual que muchos pocos, ha recorrido un largo camino para poder llegar a Ferro y poder darle al mismo su punto aparte. Un camino que me imagino lo ha encontrado muchas veces buscando versos e imagenes entre el suelo por el que uno acaba de retirarse, por el que acaba de esquivar, de volver y de pasar reiteradas veces, un suelo por el que acaba de pisotear hasta con enojo y no asi un suelo por el que ha pasado con un simple desinteres. Un camino que me imagino ha traido versos e imagenes que Roberto andubo pateando por las calles como piedras que esperan acomodarse en la vereda donde alguna vez fueron felices, o que uno patea hasta amonto. Puedo imaginarme a Beto por este largo camino con la ausencia de si mismo, la ausencia de los demas y la ausencia de su padre, pateando piedras que terminaron pateandolo a el y que lo llevaron hasta las rieles de una estacion de trenes abandonada en medio del bullicio de la semiotica que envuelve el canje comercial. Piedras que lo arrastraron y que arrastro hasta llegar a caminar sobre las rieles donde encontraron reposo e inercia. Ese es el camino del autor con su obra y en cada oportunidad que tengo de releer Ferro, quedo mas convencido de la asentuacion de la voz de Beto en sus poemas, ese lugar que muy dificilmente pocos llegan con sus piedras para finalmente “dejarse estar”.
Es por eso que leo en Ferro un poemario y no un falso afan de querer ser un recuerdo o un recordatorio de algo que facilmente iremos a olvidar a la velocidad con la que los ojos recorren las lineas. Ferro propone una voz para hablar sobre la ausencia y para hablar desde la ausencia, una voz que llega desde los autores que mas influenciaron en el, ya sea desde los libros o los distintos proyectos embarcados de manera conjunta, o quiza tambien leida como una voz mas de una generacion que como diria Bukowski, ha tenido la fatalidad de no haber tenido un bombardeo en su ciudad, y que pese a ella, aun asi lleva un aire de pesadumbre desde la primera hasta la ultima linea, desde la primera hasta la ultima imagen, uniforme como los guardapolvos escolares recien planchados por una madre pronta a abandonar su hogar o incluso una pesadumbre advertida con un aire de inocencia como la primera cita de una quinceanera con su violador. Una voz capaz de retroceder hacia el futuro y avanzar hacia el pasado, una voz que ya estubo, que ya fue pero a la vez va a estar, que observa como el dia a dia va acumulando y creando una nueva ausencia, que vigila los objetos, que mira de reojo el acto de las palabras que se acostumbran a la omision, y una voz que crece junto al ejercicio de borronear nuestros ausentes y que denota tambien la imposibilidad de volver a ellos y aceptar entonces esta distancia de espiral que vamos creando al tratar de hacer memoria de alguien o algo que quisimos, precisamente es asi como el tiempo hace que las personas que tanto quisimos se eternicen como nuestros desconocidos de siempre.
Ferro es entonces, desde mi percepcion, un poemario para leer en mas de una oportunidad para poder adentrarse en el ambiente del imaginario de mejor forma, un poemario que invita al lector a regresar, como quien vuelve a las piedras por las que salimos a la calle a patear en nuestro retorno en espera de un asalto o acaso tambien de unas flores. Ferro en las palabras del autor, nos trae una estacion abandonada con rumor de trenes como un anhelo extraviado, un dedo en la yugular para sentir el pulso de la poca vida que uno mismo se ata y por la que vivimos desatados, ferro nos invita a esa realidad que arrastra hacia el fondo, un fondo del que nos dice tambien, no existe. ferro nos enumera las consecuencias de elegir un estilo de vida, los distanciamientos e insatisfacciones, ferro nos dice palabras que se oyen mejor sin ser pronunciadas y nos llevan una y otra vez a las rutinaria vida que oculta una incomoda ausencia de quien tanto llenaba ese lugar en la mesa, y por ende final y principalmente, Ferro es tambien el tono de voz que toman un hijo y su padre, para decir adios de alguna forma y una voz que me recuerda a Julio Barriga, que en sus palabras pide un unico favor: “No me perdonarian por adelantado, como si ya hubiera muerto?”.
Ferro del sello editrorial Yerba Mala Cartonera fue presentado recientemente en el café Caracol de Cochabamba.