Aremolinada en mandálica canasta de ojo de agua. Flor en pecho, flor de imagen, transparente aire de montaña tras la cámara de Hector Ferreiro. Pacha, generosa en imágenes poéticas también hacina en la canasta la figura de Cristo, del Ché, sin olvidar la astuta alución al movimiento zapatista cubriendo el rostro. La figura de movimiento social surcando calles de asfalto en la cansada ciudad, o papelito doblado animado en blanca paloma de la paz revoloteando sobre el cuerpo del delito, el cuerpo social, el cuerpo del niño que sueña en trance dimensional. Collarcito de amuletos para el bien "sentado" público, la película macerada en budista postura, en nirvánica hacienda de generosa miel y leche para el necesitado, ecléctica y comprometida a la vez, no deja de ser una prometedora película .
En ella la multicéfala Pacha-mama es guía espiritual. Toma varias formas para nombrarse en los labios de un niño lustra sin zapatitos, sin cuerpo que pese, desdoblado en la Guerra del Gas en Bolivia. En el film Erika Andia encarna el cansancio de la locura, la madre-tierra ennegrecida por la pobreza desde el asfalto hasta la más pura tierra de montaña, doblada en susurros y gritos de agua. Pacha, de la productora boliviana Naira Cine, sin duda podía haber sido una mejor película sin el exceso ideológico, sin el simbólico terror al vacío que tanto aqueja a nuestra cinematografía.En resta, sin la doctrina, sin la explícita revelación de la verdad llamada injusticia, deletreada para el espectador. En Pacha la imagen aun se pelea con el mensaje aleccionador y comprometido, buscando innesesariamente una tensa trenza de sentido. Por otra parte "la imagen potente" se lleva al niño, a Límber Calle, a donde no sabemos, a un escenario que habla por sí mismo y que escapa a la respuesta asegurada.
La idealisa Pacha es el pequeño entorno de sugestiones de la ficción donde la tierra aun habla, o donde la madre se lleva al huérfano a través de sus raices.
(Escucha la entrevista realizada al director de Pacha en la pantalla de Palabras Más)