El amor a la Vida

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Dos publicaciones recientes nos permiten leer la visión y la propuesta poética de dos artistas mexicanos de generaciones distintas que comparten una misma realidad. Caleidoscopio de Rebeca Villarreal Rodríguez  y Poemas del horror de Alejandro Reyes Juárez  expresan, bajo la pasión de la palabra, bajo la emoción de la vida, su protesta y su propuesta.

Caleidoscopio es una memoria personal, casi al estilo de un diario de vida, pero más allá de ella encontramos versos en los cuales la voz poética se libera, encuentra su ritmo, su armonía, se encuentra a sí misma y trasciende.

Penetrar el mundo de Caleidoscopio es seguir la intensidad de su vivencia, el pulso de sus detalles cotidianos, la magia y la fuerza con que los recupera a través de su palabra: "Como golondrinas que emprenden el vuelo, / felices y audaces remontan el cielo, / extiendes tus alas…/adelante amigo,… / enciende la antorcha con tu propio fuego…/".

Los versos capturan la ternura de la madre, de la hija, de la esposa, de la maestra; el amor por la tierra, por la naturaleza, por la vida; la nostalgia, la mirada crítica y la tristeza ante lo injusto. Transmiten su aprendizaje profundo a través de los años en el tránsito por cada etapa: “sin duda tú te preguntas el porqué/ del derivado de la transparencia/ te diré que siento que ya nadie me ve/ pasando inadvertida mi presencia. / El romántico dice: “es la edad de oro”/ otros la aceptan como: “tercera edad”/ y yo EDAD TRANSPARENTE, por decoro, / que me despoja de toda vanidad”; la llegada serena al último tramo con un sentimiento de paz por la misión cumplida, por el tiempo cumplido, una añoranza por lo que se presiente más allá, donde se sabe esperada por el ser amado.

Girar el caleidoscopio y penetrar el mundo de Rebeca Villarreal es reconocerla a ella misma como poesía. Su mirada, su gesto nos transforman el momento compartido, nos dejan en la memoria su manera de invocar la vida y retenerla, de recibir su secreto revelado: "COMO UN ARCO IRIS, QUE AL CÉFIRO ENVUELVEN, /VUELAN, VUELAN, VUELAN Y EN AZUL SE PIERDEN: / VUELAN POR JARDINES, VUELAN ENTRE ROSAS, / CON BRILLANTES LUCES, ¡SON LAS MARIPOSAS!… no las maten ¡SON PRECIOSAS! (Descripción de la llegada de la Mariposa Monarca a su ciudad). Una ética profunda coherente con su palabra inspira su vida y su obra.

En el simbólico lugar: Tlalpan (en la tierra), lugar en el que se presentó su libro hace unos días, descubrimos su historia, su sabor, su olor. Su canto, nos lleva: "Los ‘ahuejotes’ altivos centinelas/ reflejan en tus aguas su hermosura, escuchando a las ranas se desvelan/ y brindan sus fragancias a la luna". Sus versos manifiestan el origen ligado a la tierra: “Gracias a la Revolución Mexicana existo”. Los cantos al terruño reflejan el amor por la tierra mexicana, su conocimiento de ella a través de cada palabra con la que se apropia de su voz y de su historia, pero también tristeza: “Ya voy a ser güena, ya no llores tanto/ Yo  creo que a  mi  pueblo le pasa lo mesmo/ quen  te lo escupía, quen lo bofeteaba/ quen viéndolo caído con la cruz encima/ te lo arrempujaba…”. Se insinúa un pueblo al que debe devolvérsele la vida. Pero, a pesar del dolor que esto significa, aún expresa su fe: "Adiós Virgencita, mi Guadalupana. / ¿Verdá’ que mi patria, mi México lindo, lo mesmo que Cristo, va a resucitar?”, su espíritu de lucha: “… Mas si pensamos detenidamente/ llegaremos a la plena convicción/ que lo que nace en nuestra mente, / no muere, es nuestra redención…".

Es esta parte de la historia que converge con la de Alejandro Reyes Juárez la que nos sacude. Hay un reclamo por la tierra y por su pueblo. Un dolor común los une. El descontento se percibe en Caleidoscopio, pero en Poemas del horror es una bofetada.

En los poemas de Reyes, el dolor es lacerante. La cotidianidad, bajo su mirada vuelca los ojos al horror: “La descarga del sicario, como las agujas de antaño, me clava al amanecer del domingo. / En casa, al primer tañido de las campanas, mis padres buscan el misal, su fe y la fotografía de siempre, mientras mis hijos del sueño son vomitados.”

No es la vida, es la muerte la que revelan sus versos: “Una calavera y una rosa no retienen los miedos detrás de la lápida fisurada. Otras flores se marchitan sobre arena dibujada por ‘La Línea’, otros cráneos se destrozan al compás de los redobles marcados por los AK-47”. Es esta una dramática forma en la que se nombra la destrucción.

En este mundo que construye la voz poética los sueños son obstruidos: “Despierto a mitad del sueño, perturbado siento al purgatorio y al infierno amalgamados en esta agua turbia que me baña…”. Más bien, se asemejan a pesadillas dantescas.

Los versos atestiguan la violencia: “Setenta y dos ilegales a mazazos despojados de sus nombres, harapos en el desierto con la mirada fija en la violación, estallidos de granadas como sound track del jueves, esquirlas y aroma a sangre en la puerta…”. La brutalidad y el ocultamiento. El miedo y el silencio. La indiferencia. “Aquí nada sucede, la indignación se agota en la cerveza del fin de la jornada, en la telenovela de las nueve; en el sueño tras unas monedas”.

¿A nombre de quién los secuestrados y los asesinados de hoy son inmolados? Ser testigo de esta etapa histórica en la que el poder y la ambición descontrolados oscilan entre los más finos y los más brutales medios  para la destrucción del ser humano y de un pueblo y hacer voz para revelarlo, es otra forma de ver la realidad y de propuesta estética .

Ambas obras conviven en un mismo espacio, en un mismo tiempo y en una misma realidad, ambas se acercan y se alejan, construyen su historia, la nombran. Ambas tienen formas distintas de reclamar por la vida.

Elizabeth Johannessen L.
México D. F., 28 de noviembre, 2011

 
 

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