Terry Teachout publicó en el diario
un texto sobre la vejez y el arte:
Para muchos artistas, una vejez brillante.
Recordó el testimonio de Hokusai,
escrito a los 75 años de edad:
“Todo lo que hice antes de los 70, no importa.
A los 73 aprendí algo sobre la naturaleza, los animales,
las plantas, los árboles, las aves, los peces y los insectos.
Por eso, cuando tenga 80 años, avanzaré un poco más.
A los 90 conoceré el misterio de las cosas;
a los 100, con toda seguridad, estaré en plena forma;
y cuando tenga 110 años, todo lo que haga,
un punto o una línea, serán vitales”.
Así, soñar la obra maestra puede ser una ilusión
que no le interese a nadie
-aunque el genio sea precoz
o un artista que descubra
la veleidad del misterio
poco antes de morir.
La edad es sólo una cifra que nos otorga el azar.
Y en el transcurso del tiempo
tal vez el azar dibuje los rasgos de ese milagro,
de la invención infinita
capaz de vencer la muerte
tras largas invocaciones.
13/X/2001