Cecilia Wilde y Roxana Arias, Remy Daza y Dario Antezana

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Cecilia Wilde y la oscuridad "Los expresionistas eran unas fieras del color"
La pintora paceña Cecilia Wilde trabaja con la ductilidad del acrílico, realizando en la obra un neoexpresionismo. En el  lugar de sus pinturas, grandes cuadros  asoman al mundo  embebidos por una oscuridad permanente, espacios de transformada naturaleza que dan la impresión de abrirse en profundidad a medida que el espectador avanza con la imaginación. Diferente, su obra se sitúa  con energía en los paisajes y en la construcción de nuevos tonos. Motivada por el Valle de la Concepción en el Tercer Encuentro el Arte y el Vino, su obra queda atrapada  por  la contemplación de  la extraña tranquilidad de las casas que se ven desde fuera  y el verde de los viñedos.

El azul en la oscuridad de la noche tarijeña  busca el color del vino, y toda la cultura que lo impregna difuminando los espacios del firmamento con el de las viñas en un cuadro. El vino  es una cultura de vida; de años de mitos, de Baco, los expresionistas eran unas fieras del color, afirma la creadora frente a su obra.  La artista, también ha dado origen a otra pintura que indaga el verde y el violeta de los arboles del lugar.  Su proceso de creación próximo a la abstracción, consiste en realzar y descubrir. Jugando pacientemente con las técnicas y la teoría del color, educa el ojo, persigue y captura matices acercando o alejando sensaciones. La presencia  desconsertante del color se ha impuesto en veinte años de trabajo. Enamorada de los fauvistas ve el color inusitado en lo que pinta, traza una línea y pone el color poco a poco. Sobre el nocturno azul que habita la tela, se alargan veladas arboledas, asidas  entre el inacabado cielo y la  somnolienta tierra.

Roxana Arias  "Mis cuadros como que nunca estan terminados uno los abandona"
A un extremo del espectro, en el Tercer encuentro el Arte y el Vino, la tarijeña Roxana Arias, ha seguido una línea de trabajo. Es una  pintora configurativa que comienza desde el estimulo  de la mancha con diferentes colores,  encontrando  en el proceso imágenes que rescata y cede al extrañamiento de la mirada.  Embargada por la atracción del color la artista confiesa que  pintar es un juego con ella misma, y trabajar  es iniciar un diálogo con la obra. Sin una temática predeterminada, sin un camino trazado, sin un destino prefijado, la obra sensibiliza  libre e intuitivamente. “La obra te va pidiendo que es lo que sigue, que es lo que no sigue, hay aciertos, hay equívocos, vuelves a corregirla sobre la marcha, es un trabajo muy íntimo” afirma.

En el cuadro Encuentro,  busca la hipnosis de espectador, que la curiosidad de la mirada despierte y sigua los caminos del inconsciente. Por esta razón al detener e inquietar al que contempla, crea tantas obras como espectadores.  En un sólo lienzo  congrega una serie de sugestiones e imágenes involuntarias. No faltará, por ejemplo, dice la autora,  aquel que vea en el  gris, el tono lluvioso que envolvió a los pintores los primeros días del encuentro. Sin embargo a medida que va acabando Encuentro, los colores cambian y el magenta puede quedarse o no  tomando el rumbo de los ritmos interiores de la artista.  Si el estimulo  es el motor de la obra,  y el destino del a misma es incierto, el cuadro no tiene fin nada es impuesto: “Doy por terminado un cuadro, porque en un punto me ha superado, ya no se qué más puedo encontrar. Mis cuadros como que nunca están terminados uno los abandona.”
Innovadora la obra de la tarijeña Roxana Arias  adquiere  valor por haber escapado libremente a los tradicionales abordajes costumbristas y realistas en el habitual panorama de la pintura Tarijeña. De esta manera Encuentro puede o no, poblarse de precipicios azules que se desmoronan hacia la izquierda del lienzo, o lejanas torres negras en un desierto de color. Encuentro es  un mapa del inconsciente para cada concurrente, la idea es  perderse y sentirse convocado o no, por el cuadro.

Remy Daza,  y dos versiones de la realidad

El artista cochabambino Remy Daza conoce el instrumento más preciado del pintor,  la mirada, su  capacidad  de imitar la naturaleza para transfigurarla  sutilmente.  Se ha especializado en  figuras humanas, no retratos. Pero motivado por el encuentro realiza  la pintura de una joven de Concepción con el fondo de la iglesia de la plaza como referente de su historia y todo lo que representa; para el autor, esa otra belleza, no estereotipada e invisible como raza.  Lentamente el lienzo se abre como paciente espejo del mundo en pintura,  y aparece  duplicada la imagen  sentada junto a su pincel. Otra pintura queda expectante entre las demás obras. Los  trabajos figurativos de Daza se valen del oleo aunque su especialidad es la acuarela. Al pintor lo llamó la pureza del campo.  Reprodujo el lugar  en un molle  situado detrás de la iglesia.

El árbol se nutre del paisaje de Tarija entrando a otoño cuando pierde la monotonía del verde, apareciendo amarillos,  naranjas y  grises. “Cada árbol tiene una identidad”, dice el Director de la Escuela de Bellas Artes Lidio Carrasco, “Remy Daza ha identificado al molle de una forma maravillosa”. 
El molle en el cuadro  con  serenidad y  con  bondad  se presta a la gravedad de la tierra. Sin pretenderlo y sin  palabras, una edad sin tiempo se hace  imagen,  la   eternidad del árbol  se queda  en la sombra, detenida por el mundo y  lo que el espíritu del visitante desea ver. Remy Daza no se siente atraído por el  arte conceptual o el arte efímero,  prefiere el arte consolidado a través del tiempo. El artista, según él,  debe ser responsable  al hacer arte de forma experimental. Tampoco está  de acuerdo con explicar la  pintura, porque  explicarla se acerca lo narrativo o lo conceptual, a lo filosófico o literario, y las artes plásticas pertenecen al referente visual, “que es como la música, no se puede sentir no  se la  escucha”.

Darío Antezana y la luz
El pintor cochabambino Darío Antezana se dedica a la acuarela,  su obra realista figurativa  se caracteriza por el estudio del color y la persecución de la luz.

Antezana, viene formado por la influencia de  pintores como  Gíldaro Antezana y  Pérez Alcalá con los que ha trabajado gran parte de su vida.  El vino y el arte se unen en un portón con una historia de cien años hecho de un tronco único, representado con mucho color, luz y textura.

Hábil conocedor del tiempo y   la claridad da vida a un momento del día, pintándolo con la luz de las nueve de la mañana. El silencio a queda en el cuadro, traspasando el portón de dos mundos,   dos versiones de su realidad, la que habitamos y la que nos habita mirando el cuadro. La visión es tacto ungiendo detalles o transparencias, para resucitar la otra imagen en el espacio blanco, imagen que se comunica con la ininteligible realidad. Una segunda acuarela de colores claros es el frontis de la iglesia, acompañado por dos  molles añejos.  A diferencia del acuarelista Mario Conde (que participó en el Segundo encuentro de el Arte y el Vino),  cuya obra lindante al surrealismo se  caracteriza por una temática grotesca y  humor de crítica social;  Remy Daza y Darío Antezana se  mantienen  en la línea de la tradicional escuela acuarelista boliviana. Pintan paisajes o figuras humanas sin desligarse de la representación, su  temática es tradicional y costumbrista.  Sin embargo han perfeccionado la técnica, siendo considerados verdaderos maestros  traspasados por la influencia de grandes artistas. El valor de la técnica resultado de un trabajo de años es innegable, así como su propia rebeldía, al instalarse en un realismo  que rechaza el mero reflejo del entorno y soporta su propio misterio. Por otra parte el arte conceptual que se desarrolla en Bolivia, entendido como una tendencia contraria, es un arma de doble filo. Las nuevas expresiones no son profundizadas y se trafica con el espectador que no conoce sus códigos.  La  recomposición para  abstraer los elementos del mundo,  extraer su esencia, recomponer la realidad,  resignificarla o inventarla es  un  desafío  para el artista contemporáneo y para el espectador atrapado en  el desconcierto.

Una Pinacoteca que no se derruya
Además de los ya mencionados, los otros creadores plásticos dejaron huella en el encuentro. Esperando las sorprendentes obras que serán gestadas en el cuarto encuentro, recordamos como se entregaron, el oleo de las abstractas temática del paceño Javier Fernandez, y  la figuración del argentino Hugo Guantay  con  fuertes acrílicos en La rueda de la cosecha La Música y el Vino. También se instalaron en la memoria, la naturaleza muerta del argentino Pablo Virachocha con objetos simbólicos sembrados en el cuadro, junto a la pintura ingrávida del Potosino Waldo Oropeza con el espíritu del obrero de los viñedos  flotando en  al amanecer en Rumbo a la Vendimia. Cuadros que  deberían habitar  la esperada futura pinacoteca. La Casa de la Cultura,  que cuente con los recursos necesarios para la conservación practica de las obras y sea un espacio abierto, consagrado a todas las inquietudes artísticas del  paradisiaco  Valle de Concepción.
 

 

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Acerca del autor

Escritora y periodista cultural. Licenciada en Literatura. Ha publicado el poemario “Fragmentos en el Aire” Ed. Gente Común. Relatos en las compilaciones “Algo por el Estilo” (Marcelo Villena, UMSA), “Memoria de lo que vendrá”,(Juan González, Nuevo Milenio), en “Más de cien escritores bolivianos” (Roberto Agreda Maldonado Ed. Kipus), en la Antología Primer Festival Internacional de Poesía José María Heredia, Toluca 2017 y la Antología XXII Enero en la Palabra. En medios como Los Tiempos, La Razón, El Diario, Opinión, Revista “Tu mundo”, Revista Municipal de Culturas “khana”, Revista de poesía “Alforja” y Cuadernos de Literatura “Pensamiento Decolonial y Literatura”. Como crítica de cine, ha publicado junto a Marcelo Reyes “Apuntes de Cine” Ed. 3600. Desde 2002 hasta la fecha es editora de la revista digital de arte y cultura, Palabras Más, de la que es cofundadora.

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