Cecilia Wilde y la oscuridad "Los expresionistas eran unas fieras del color"
La pintora paceña Cecilia Wilde trabaja con la ductilidad del acrílico, realizando en la obra un neoexpresionismo. En el lugar de sus pinturas, grandes cuadros asoman al mundo embebidos por una oscuridad permanente, espacios de transformada naturaleza que dan la impresión de abrirse en profundidad a medida que el espectador avanza con la imaginación. Diferente, su obra se sitúa con energía en los paisajes y en la construcción de nuevos tonos. Motivada por el Valle de la Concepción en el Tercer Encuentro el Arte y el Vino, su obra queda atrapada por la contemplación de la extraña tranquilidad de las casas que se ven desde fuera y el verde de los viñedos.
El azul en la oscuridad de la noche tarijeña busca el color del vino, y toda la cultura que lo impregna difuminando los espacios del firmamento con el de las viñas en un cuadro. El vino es una cultura de vida; de años de mitos, de Baco, los expresionistas eran unas fieras del color, afirma la creadora frente a su obra. La artista, también ha dado origen a otra pintura que indaga el verde y el violeta de los arboles del lugar. Su proceso de creación próximo a la abstracción, consiste en realzar y descubrir. Jugando pacientemente con las técnicas y la teoría del color, educa el ojo, persigue y captura matices acercando o alejando sensaciones. La presencia desconsertante del color se ha impuesto en veinte años de trabajo. Enamorada de los fauvistas ve el color inusitado en lo que pinta, traza una línea y pone el color poco a poco. Sobre el nocturno azul que habita la tela, se alargan veladas arboledas, asidas entre el inacabado cielo y la somnolienta tierra.
Roxana Arias "Mis cuadros como que nunca estan terminados uno los abandona"
A un extremo del espectro, en el Tercer encuentro el Arte y el Vino, la tarijeña Roxana Arias, ha seguido una línea de trabajo. Es una pintora configurativa que comienza desde el estimulo de la mancha con diferentes colores, encontrando en el proceso imágenes que rescata y cede al extrañamiento de la mirada. Embargada por la atracción del color la artista confiesa que pintar es un juego con ella misma, y trabajar es iniciar un diálogo con la obra. Sin una temática predeterminada, sin un camino trazado, sin un destino prefijado, la obra sensibiliza libre e intuitivamente. “La obra te va pidiendo que es lo que sigue, que es lo que no sigue, hay aciertos, hay equívocos, vuelves a corregirla sobre la marcha, es un trabajo muy íntimo” afirma.
En el cuadro Encuentro, busca la hipnosis de espectador, que la curiosidad de la mirada despierte y sigua los caminos del inconsciente. Por esta razón al detener e inquietar al que contempla, crea tantas obras como espectadores. En un sólo lienzo congrega una serie de sugestiones e imágenes involuntarias. No faltará, por ejemplo, dice la autora, aquel que vea en el gris, el tono lluvioso que envolvió a los pintores los primeros días del encuentro. Sin embargo a medida que va acabando Encuentro, los colores cambian y el magenta puede quedarse o no tomando el rumbo de los ritmos interiores de la artista. Si el estimulo es el motor de la obra, y el destino del a misma es incierto, el cuadro no tiene fin nada es impuesto: “Doy por terminado un cuadro, porque en un punto me ha superado, ya no se qué más puedo encontrar. Mis cuadros como que nunca están terminados uno los abandona.”
Innovadora la obra de la tarijeña Roxana Arias adquiere valor por haber escapado libremente a los tradicionales abordajes costumbristas y realistas en el habitual panorama de la pintura Tarijeña. De esta manera Encuentro puede o no, poblarse de precipicios azules que se desmoronan hacia la izquierda del lienzo, o lejanas torres negras en un desierto de color. Encuentro es un mapa del inconsciente para cada concurrente, la idea es perderse y sentirse convocado o no, por el cuadro.
Remy Daza, y dos versiones de la realidad
El artista cochabambino Remy Daza conoce el instrumento más preciado del pintor, la mirada, su capacidad de imitar la naturaleza para transfigurarla sutilmente. Se ha especializado en figuras humanas, no retratos. Pero motivado por el encuentro realiza la pintura de una joven de Concepción con el fondo de la iglesia de la plaza como referente de su historia y todo lo que representa; para el autor, esa otra belleza, no estereotipada e invisible como raza. Lentamente el lienzo se abre como paciente espejo del mundo en pintura, y aparece duplicada la imagen sentada junto a su pincel. Otra pintura queda expectante entre las demás obras. Los trabajos figurativos de Daza se valen del oleo aunque su especialidad es la acuarela. Al pintor lo llamó la pureza del campo. Reprodujo el lugar en un molle situado detrás de la iglesia.
El árbol se nutre del paisaje de Tarija entrando a otoño cuando pierde la monotonía del verde, apareciendo amarillos, naranjas y grises. “Cada árbol tiene una identidad”, dice el Director de la Escuela de Bellas Artes Lidio Carrasco, “Remy Daza ha identificado al molle de una forma maravillosa”.
El molle en el cuadro con serenidad y con bondad se presta a la gravedad de la tierra. Sin pretenderlo y sin palabras, una edad sin tiempo se hace imagen, la eternidad del árbol se queda en la sombra, detenida por el mundo y lo que el espíritu del visitante desea ver. Remy Daza no se siente atraído por el arte conceptual o el arte efímero, prefiere el arte consolidado a través del tiempo. El artista, según él, debe ser responsable al hacer arte de forma experimental. Tampoco está de acuerdo con explicar la pintura, porque explicarla se acerca lo narrativo o lo conceptual, a lo filosófico o literario, y las artes plásticas pertenecen al referente visual, “que es como la música, no se puede sentir no se la escucha”.
Darío Antezana y la luz
El pintor cochabambino Darío Antezana se dedica a la acuarela, su obra realista figurativa se caracteriza por el estudio del color y la persecución de la luz.
Antezana, viene formado por la influencia de pintores como Gíldaro Antezana y Pérez Alcalá con los que ha trabajado gran parte de su vida. El vino y el arte se unen en un portón con una historia de cien años hecho de un tronco único, representado con mucho color, luz y textura.
Hábil conocedor del tiempo y la claridad da vida a un momento del día, pintándolo con la luz de las nueve de la mañana. El silencio a queda en el cuadro, traspasando el portón de dos mundos, dos versiones de su realidad, la que habitamos y la que nos habita mirando el cuadro. La visión es tacto ungiendo detalles o transparencias, para resucitar la otra imagen en el espacio blanco, imagen que se comunica con la ininteligible realidad. Una segunda acuarela de colores claros es el frontis de la iglesia, acompañado por dos molles añejos. A diferencia del acuarelista Mario Conde (que participó en el Segundo encuentro de el Arte y el Vino), cuya obra lindante al surrealismo se caracteriza por una temática grotesca y humor de crítica social; Remy Daza y Darío Antezana se mantienen en la línea de la tradicional escuela acuarelista boliviana. Pintan paisajes o figuras humanas sin desligarse de la representación, su temática es tradicional y costumbrista. Sin embargo han perfeccionado la técnica, siendo considerados verdaderos maestros traspasados por la influencia de grandes artistas. El valor de la técnica resultado de un trabajo de años es innegable, así como su propia rebeldía, al instalarse en un realismo que rechaza el mero reflejo del entorno y soporta su propio misterio. Por otra parte el arte conceptual que se desarrolla en Bolivia, entendido como una tendencia contraria, es un arma de doble filo. Las nuevas expresiones no son profundizadas y se trafica con el espectador que no conoce sus códigos. La recomposición para abstraer los elementos del mundo, extraer su esencia, recomponer la realidad, resignificarla o inventarla es un desafío para el artista contemporáneo y para el espectador atrapado en el desconcierto.
Una Pinacoteca que no se derruya
Además de los ya mencionados, los otros creadores plásticos dejaron huella en el encuentro. Esperando las sorprendentes obras que serán gestadas en el cuarto encuentro, recordamos como se entregaron, el oleo de las abstractas temática del paceño Javier Fernandez, y la figuración del argentino Hugo Guantay con fuertes acrílicos en La rueda de la cosecha La Música y el Vino. También se instalaron en la memoria, la naturaleza muerta del argentino Pablo Virachocha con objetos simbólicos sembrados en el cuadro, junto a la pintura ingrávida del Potosino Waldo Oropeza con el espíritu del obrero de los viñedos flotando en al amanecer en Rumbo a la Vendimia. Cuadros que deberían habitar la esperada futura pinacoteca. La Casa de la Cultura, que cuente con los recursos necesarios para la conservación practica de las obras y sea un espacio abierto, consagrado a todas las inquietudes artísticas del paradisiaco Valle de Concepción.