Una película que puede ver el fin de semana cómodamente recostado en el sofá (gracias al esfuerzo de los truchos comerciantes de películas informales), se llama Déjame Entrar (2009), basada en la novela del mismo nombre escrita por John Ajvide Lindqvist, y dirijida por Tomas Alfredson.
Casada con el imaginario vampírico, el film desvía, sorpresivamente, a lugares nada comunes. Empáticos vidrios, empañados por niños andróginos, niebla en algun suburbio de Estocolmo y pálida nieve sobre anónimas victimas envuelven la atmosfera de la película. Triste, como suele ser la vida, con un humor ingénuo y perverso. La intuitiva naturalidad de la sueca Déjame Entrar nos introduce al mal. Adaptada en la década de los ochenta, esta versión sobrenatural, aproxíma con realismo al pánico institucional. El miedo xenofóbico y el delírio migratorio son síntomas del padecimiento. Tan puros como astutos e independientes como solitarios, los mamíferos voladores son niños cansados. Andróginos los seres de esta cinta deambulan buscando una libertad sin esperanza.
El film fue presentado en el taller de Cine Invisible II dirigido por el cineasta Rodrigo Bellot a fineses de enero de este año. Como sugiere el titulo del encuentro, se dieron a conocer películas que difícilmente se pueden conocer por la vía comercial.