Rojo Amarillo Verde, film de Boulocq, Bastani y Bellott se estrenó el 21 de octubre en las instalaciones del Megacenter de la ciudad de La Paz. Si recuerda al director y guionista polaco Krzysztof Kieœlowski (1941 – 1996); y el legado de su trilogía Rojo, Blanco Azul, probablemente no se equivoque al relacionarlos. Las tres historias de las Tres Bs, enlazadas por la simbología sembrada por los colores, no deja de resultar atrayente, especialmente en las dos últimas. Asombra salir del reducto del primer relato del cochabambino Martin Boulocq, al espacio abierto que inaugura Bastani y que depara la inesperada narración de Bellott. Con otra mirada, esta película marca un cambio en el tradicional tratamiento narrativo de las películas bolivianas.
El tarijeño Sergio Bastani, puede prescindir de las palabras para adoptar su silencio, embriagándose del extrañamiento que surge de imágenes, formas, irisaciones y movimientos, que vagan libremente, en detenidos y pacientes ángulos abiertos de sorprendentes paisajes, a la exposición del micro universo que cavan sus planos detalle. Su narración cinematográfica en el sentido más propio, ejemplifica la traducción de la alegoría a la autonomía de la imagen en movimiento.
Bellott (iz.) Bastani (der.) |
La forma como tal, importa, como mancha como cuerpo o como sombra abarcando el cuadro; despansuradamente, o desmesuradamente, sin más explicaciones, una vaca negra agoniza en el hierático camino; o la cabellera oscura de un niño, irreconocible en principio, despierta en la megapantalla para despejar una mirada. Muchos primeros planos del rostro de sus actores ejecutados con limpieza y transparencia de luz, roban con sencillez algo de la perdida infancia. No explicar, sorprenderse si aún se puede, seguir el gesto o completar la mirada y sus posibles destinos en la topografía, parece ser la necesidad que llama a Bastani a ver el color en su historia, e invita a perderse por el camino.
El nomadismo de su relato no da razones que aten sus referentes o clausuren el significado. No es descripción es viaje sugiere el desparpajo del director de Amarillo, tan cercano a la textura de sus Mujeres en el campo de Maíz, el cortometraje (Yard of blondes girls). Bastani no teme acercarse, y aún así mantiene una distancia contemplativa, la profundidad de campo y recorrido son exaltados en silencio. El sonido y la música a lo Jean Michel Jarre es un contrapunto de la imagen, narrando minimalista con independencia de recursos. En todo el relato no se escucha más que una sola frase enajenada en el espacio y no se sabe a ciencia cierta cuál de los dos pequeños la profiere. La caminata, el juego y la conversación que sostienen tan solo lanzando piedras montaña abajo, el sencillo eco de cada una en el espacio vacío es más significativa. El lenguaje narrativo y la fotografía, linda con el empleado en el film Cochochi (2007) producida por Gael Garcia, dirigido y guiónizado por Laura Amelia Guzmáne Israel Cárdenas en una coproducción mejicana, en ella también se relata la búsqueda silenciosa de dos niños, en pos de un caballo perdido en el campo.
Sin sobresaltos, el mundo en el que se sumerge "el niño perdido" de Amarillo (Santiago Rozo), está próximo a los cambios que anuncia la tormenta. El insecticida sobre la peregrinación de hormigas, analogía compartida por la represión de manifestaciones campesinas cargando sus niños, bultos y mesas por la montaña, no es gratuita. El protagonista de Amarillo comparte sin racismo el infraterrismo de la cultura andina, trabando amistad con otro niño. Bien podría pensarse en la animación And Bully (2006) de John A. Davis en la que un niño miniaturizado cae en las profundidades de un hormiguero simbolo de la otredad.
Rodrigo Bellott. |
Basado en un cuento de Claudia Peña Claros, Verde del cruceño Rodrigo Bellot es probablemente el primer musical en el cine boliviano; aunado al género del drama, recuerda la Edad de Oro del cine mejicano, no es casual la aparición del retrato del que podría ser Jorge Negrete, Luis Aguilar o Pedro Infante en el cuarto de Benigno. Con tonos fecundos, realiza su propio deseo de western en el oriente boliviano. Con originalidad lleva a su modo algo del Secreto de la Montaña (Ang Lee, 2005) en una hacienda de Santa Cruz. Arreando o marcando ganado, el lente sabe capturar la sensualidad de los cuerpos masculinos, y es difícil escapar a la vitalidad de los jóvenes actores en el refrescante ritmo de la historia. Seducción de Julico (Ismael Suárez) echado de espaldas sobre una estera en la choza, o de Benigno (Diego Paesano) tomando un baño, seducción y energía de ambos cantándole a la madre. La madre, el tema central de las tres historias, en Verde, representada por Doña Felicia, e interpretada por la actriz Lorena Sugier, se hace entrañable. Verde reproduce con candor el habla y los modismos de la región. En las dos últimas historias es innegable que el espacio se vuelve un personaje central, Tarija y Santa Cruz se abren de forma inusual, a las previsibles imágenes explotadas al cansancio por anteriores películas y postales costumbristas.
Este nuevo film no escapa a sus referencias políticas, sin ser una política partidaria, se genera un reflexión, se habla de autonomía en Verde, y en Amarillo se muestra la divergencia de los dos mundos, el de los campesinos, y el de los blancoides. Y tangencialmente por supuesto, en la película que alude a los colores de la bandera se aborda la alegoría de la tierra, en la figura de la madre. Madre que renuncia o que pierde a un hijo ( en Rojo alejan a la niña de la madre enferma, en Amarillo el niño se extravía en otra dimensión, y en Verde, el que se transforma en hijo, es botado del seno familiar). En las dos últimas tanto el inicio como el final están más abiertos. Hilos aparentemente sueltos que tienen el valor de promover preguntas y lograr que el espectador asuma un rol activo, (buscando las razones por las que Julico, por ejemplo, es desterrado de la familia). Sentidos abiertos que enriquecen los dos últimos relatos. Tres historias con textos literarios como obras a priori, que demuestran tener una nueva inquietud estética, dando otra vida a los problemas de nuestro entorno cultural en un país tan amenazado por el desmembramiento y al enfrentamiento de sus regiones.
Martin Bouloqc |
Por otra parte progresivamente Rojo, decanta en oscuridad en la útima de sus escenas, para narrar un drama interior. Parece priorizar la palabra con una voz en off, que se equipara a la narrativa de Rodrigo Asbún en el cuento Historia de Pilar sobre el que se basa. El relato a lo Historias Extraordinarias (2008), se nos aparece con una personalidad propia que contrasta por su estilo con la atmosfera general de la trilogía, en una puesta en escena que elige los espacios interiores y los planos más cerrados. Al respecto Martin Bulocq el obrador de Lo Mas Bonito y mis Mejores Años, 2005 (entendida como la primera película existencialista boliviana por Paolo Agazzi), comenta:
Los estilos son distintos, las historias son muy distintas, cada uno sigue explorando como director nuevos caminos. En mi caso en Rojo he hecho algo distinto a lo que hice antes, y parte de la historia y de los personajes. En Lo más Bonito, utilizaba mucho la cámara en movimiento, y aquí es justamente lo contrario, es la cámara fija, y creí que era la mejor forma de acercarme al personaje, verlo desde cierta distancia, que la cámara no sea entrometida, que guarde su lugar, y esperar, es un momento de espera en la familia, una incertidumbre total. Entonces la cámara está acompañando a la historia.
La primicia básica fue libertad completa, cada director podía plasmar su estilo de la forma que quería, dentro de eso teníamos que utilizar el color como leitmotiv. Y en el caso de rojo, yo opte por plantear las escenas en interiores, casi toda la película, excepto una o dos escenas, es en el interior. Y es parte de la sensación que tienen los personajes, ese clima de encierro, de claustrofobia en un momento crítico, que está en los espacios cerrados ,en los planos cerrados.
Hay bastantes elementos rojos, luces rojas, yo no quería abusar utilizando el color rojo. Para esta historia era importante crear más la sensación de un clima cálido, que te da la luz de interior. Si no está el rojo absolutamente presente, sí está esa sensación que te da la luz de interior, esa luz cálida medio rojiza; y sobre todo al utilizar la metáfora del rojo que para mí es la corporeidad. Es un momento muy frágil para el personaje principal donde la salud se está viendo afectada, entonces el rojo es la corporeidad, la sangre, la enfermedad, es una historia muy íntima y muy introvertida. Para mí el rojo esta sobre todo adentro, en el caso de Amarillo y Verde es distinto, el personaje principal en Amarillo sale al campo a la tierra, en el caso de Verde, verde es la sociedad que te rodea. Rojo es hacia adentro, es la sangre, es la enfermedad latente que no se ve. Lo que encierran las tres historias es el tema de la maternidad en las tres se observa a madres sufriendo a madres desesperanzadas, al asunto de la maternidad como no resuelto. Una vez escritos los guiones conversamos mucho para lograr este resultado.