Para honrar a Bernhard Wicki (1919-2000) se debería ir al cine, dijo Reinhold Baumstark (Director General de los Coleccionistas del Estado de Bavaria) al inaugurar la exposición.
La película El Puente (1959), obra que se articula con fuerza expresiva contra la guerra dio a la generación de alemanes jóvenes que crecieron en el horror de la Segunda Guerra Mundial un rostro y puso de manifiesto lo que ellos sintieron. El director Wicki se volvió famoso en todo el mundo con ello. Recién ahora, más de 40 años después, se descubrió de nuevo que él trabajaba como fotógrafo en los 50s. La Pinacoteca de la Modernidad en Múnich presenta por primera vez una selección de 80 copias originales (Vintage Prints), que nacieron en los años 50. El Goethe-Institut junto con la colaboración del Museo Nacional de Arte y Lufthansa presenta en La Paz una interesante muestra que consiste en 40 fotografías en blanco y negro del artista.
Bernhard Wicki tuvo aptitudes universales. Antes de ser fotógrafo, fue actor. Gracias a su gran vehemencia fue posible que absolviera su formación vinculado con los mejores nombres de su periodo, mientras Alemania partió a la guerra y el panorama cultural estaba reducido a cenizas.
En 1938 visitó el colegio de actores en Berlín bajo la tutela de Gustaf Gründgens (en el mismo año Wicki se convirtió en el preso más joven del campo de concentración de Sachsenhausen por su participación en una organización de jóvenes comunistas en la clandestinidad). En 1952 durante su estadía en Luzerna descubrió la Fotografía. En la exposición Mundial de Fotografía se mostraban fotografías documentales de reporteros, entre otros el inolvidable shot del soldado muriendo en la Guerra Civil de España de Robert Capas.
Es la realidad de las fotografías y su cruda autenticidad, que le fascinaron. Wicki como autodidacta aprende a tomar fotogafrías y sale a las calles de París armado con una Rolleiflex (foto adjunta). Su caza por imágenes feas de la realidad lo aleja de clientes como Dior. Nacen retratos en blanco-negro, entre otros de carniceros o de desamparados que estaban por la noche en la “barriga de París”, en los mercados cubiertos. El París del día se envuelve en un silencio melancólico: desamparados durmiendo a la orilla del Sena, una estatua cubierta con un toldo en el otoño.
En 1953 el director Helmut Käutner compromete a Wicki para la película “El Puente” y Wicki usa escenarios fílmicos en Bosnia para tomar fotografías. La cámara filmadora cambia su mirada. Las fotografías se transforman en grabaciones del momento.
Para las fotografías posteriores de los años 50 Wicki está en camino como viajero de Italia a Kenia. Los siguientes años sus fotografías se muestran en exposiciones y rechaza una oferta como reportero gráfico de la revista Life. Su lengua de imágenes se pone más abstracta. Los retratos de sus colegas teatrales como Hildegard Knef o Romy Schneider se dividen en un dramático contraste de claridad y obscuridad y apuntan hacia el escenario. La intención artística de Wicki representa – no importa con qué medio trabaje – la intención clásica del teatro, él quiere afectar y conmocionar al espectador. Para eso el encuentra en la forma narrativa de filmar la fuerza mayor de su expresión. Cuando en 1960 el libro de fotografías “Dos gramos de luz” con sus obras se publica, acompañado con un prólogo del dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt, Wicki ya ha terminado con este medio – pero en sus películas todavía sigue trabajando con lo que habia aprendido de la fotografía. (Fuente: Goethe Institut).