El Regalo de la Pachamama del director Toshifumi Matsushita llega con una interesante mezcla de estética japonesa, en una particular visión del mundo andino, y ya ha ganado varios premios internacionales, entre ellos el Premio del Público en el Festival de Cine Latino de Nueva York 2009.
Cabe preguntarse por los interesantes matices que se desenvuelven en un viaje a través de la imagen, de Japón al exótico salar de Uyuni, el que realiza un director japonés atreviéndose a incursionar en tierras andinas ignoradas incluso por cineastas bolivianos que no dominan el idioma quechua o aymara. Obstáculo que no fue impedimento para atreverse a tomar la palabra del indígena y hablar de su mundo. La historia describe la ruta de la sal envestida por un niño y su padre, como reconocida travesía del héroe niño que se transforma en hombre a través de sus primeras experiencias de, descubrimientos, sacrificios y enamoramiento como parte del proceso de su madurez.
Recorrido que permite a Matsushita meter en un saco diversos rituales y costumbres desconocidas al mundo europeo, como por ejemplo imágenes de la extracción de la sal, de las minas de Potosí, del protector Tío y de la labor de las palliris, así como de animales extraordinarios como el quirquincho y de los trueques en las ferias comunales, donde curiosamente no hay cabida para los karas. Imágenes acompañadas de la extraordinaria música de Luzmila Carpio. Un mundo tal vez idealizado por su afán de pureza a pesar de miseria. Con efectos digitales como niños cóndores, o seres con máscaras que dramatizan exageradamente poemas en quechua, y juegos que imitan el retumbar del tren y que recuerdan imágenes de mangas japonesas.
Al retratar ficcionalmente la historia de un niño andino y su comunidad se puede decir que la película recoge la herencia de Vuelve Sebastiana, de uno de los padres del cine boliviano, el reconocido director Jorge Ruiz, no es gratuita la participación de Guillermo Ruiz, como uno de los directores de fotografía en el film.