El vampirismo en el cine, esa expresión del amor que termina con el otro y se hunde tensamente en la sedosa piel, o de todas las formas posibles en el horizonte de la carnada, desplegó un largo homenaje al expresionismo alemán.
Que el cuello se abra como la mirada y sangre seducción. La estética del terror gótico capturó al monstruo, resultó ser un reflejo esencial de lo humano, envidia y ardor de la vitalidad del otro.
Por las copias, de las copias sobrevivientes, el vampiro se introduce a la luz de esta época, no menos espectral e irreal que entonces. El Nosferatu se mostró en un reciente festival de cine expresionista en La Paz entre mayo y junio de este año.
Emergió del reducto oscuro de la pantalla, ingenuamente desamparado esquelético en sus puntiagudas y antiguas orejas, sorprendido entre sus interminables dedos cargando el leve ataúd.
Probablemente el humor de la percepción acelerada de este tiempo hizo presa al vampiro que aterrorizaba a los espectadores de 1922, pero el Nosferatu aún emana una energía raramente alcanzada en el cine de nuestro tiempo.
Previsiblemente el engendro siempre estuvo ahí, en todas las deformaciones del arte buscando la eternidad, nada más humano que la aberración en pos de la desconocida belleza.
Si con Drácula de Braham Stoker nació un oscuro recorrido de palabras, con el Nosferatu de Friedrich Murnau, hijo de la censura, un acelerado flujo de imágenes acorta el tiempo, y refleja la ansiedad de una época en del silencio de la pantalla del cine mudo.
La historia de las epidemias y la enfermedad, la concurrida historia de la muerte o la extraña inmortalidad en las alas del el mal, se posan una y otra vez en el panorama de grandes directores.
Si Drácula desaparece en la ficción, alcanzó la ansiada inmortalidad a través del cine. La réplica y la deformacion parece ser el aplauso en la pantalla, ciertamente las grandes historias alcanzan la eternidad. La sombra del Vampiro por ejemplo es un interesante film donde se reproduce el rodaje de 1922. Malkovich y Defoe, danzan magníficamente abrazando y homenajeando el mudo de la vieja cámara de los años veinte. Con un finísimo humor, el director Elias Merhige despliega un hermoso viaje de sombras y color introduciendose en el pasado.
En el romanticismo de esta versión la impotencia y el temor aún se apiadan del Nosferatu, luego Coppola y otros directores de acción crean un vampiro versatil que no sólo se rasga el torso para alimentar maternalmente a su hipnotizada amada. Coppola hizo su apuesta, complaciendo al público con efectos especiales, que visten un famélico Drácula a la japonesa.
He aquí algunas de las películas raramente inspiradas por Murnau: En 1979, Werner Herzog con Nosferatu: Phantom der Nacht, homenaje a a Murnau. En el 2000 La Sombra del Vampiro de Elias Merhige. También existen, Drácula (1931) de Tod Browning, Drácula (1958) de Terence Fisher. Blácula, el Conde Negro (1972). Dracula (1975) de Dan Curtis, Drácula (1979) de John Badham, Drácula de Bram Stoker (1992) de Francis Ford Coppola.