Vea Shortbus, el sexo es lo de menos lo demás se encuentra dentro del armario.
“La verdad desnuda” o la verdad desnuda pero no te hará libre. Así como algunos actores del film son reales y se actúan a sí mismos, y las penetraciones son reales y los seudo diletantes son verdaderos, las copias en realidad son los originales y no afinan el instrumento.
No se escandalice si una boca se abre deseosa al erguido, erecto, saludo a la bandera. O si para conseguir tal efecto se canta a coro el himno norteamericano, abrazando afanosamente la firme y masculina carne ahí donde más honestamente se expresa la humanidad.
Qué es Shortbus, sino una interesante versión neoyorquina de la insatisfacción. Del buen peinado descuidado, y el vacío que todo buen ciudadano enfrenta en una cama de clase media.
Las emociones castradas se tambalean entre la mente y el cuerpo. Los personajes de la película avistan el mito del lugar especial pero no consiguen dar con él, el espacio de la transformación emerge de los clichés y los diálogos sinceros se someten a su propia frivolidad.
La trampa esta hecha “No hay amor sin sexo”, no hay amor, no hay sexo, sólo desesperación y oscuridad en una ciudad que no vibra, disfrazada de rebeldía sexual y afectiva, abierta de par en par a todos los consoladores sexuales.
Esta es una pornografía artística, cuidada con un ambiguo final feliz. John Cameron Mitchell nos entrega una fotografía agradablemente desvestida, no olvidemos la cálida actuación histérica o histriónica de los personajes.
Usted elije como termina, una película con un final convencionalmente fálico que concluye en el orgasmo salvandose, una exhibición tranquila que habla de la intranquilidad y la tolerancia; o tal vez prefiera la expresión más femenina del final abierto, y vea como se expande la necesidad.
No todos entran al Shortbus que como se pretende en el film, es como en los sesenta pero con menos esperanza. Si Justin Bond, anfitrión del autentico antro de Brooklyn, sobresale por una formidable actuación sin ser actor, Cameron se mimetiza entre sus extras y otros activistas queer para grabarse retozando en una orgía y Bitch, es un pájaro con plumas que causa curiosidad.
Shortbus es una película que no destruye, abre las ventanas con delicadeza sin decir nada nuevo, tal vez porque ciertamente no hay nada nuevo que decir.
Shortbus es una película respetuosa sin demasiada presión. La catarsis por medio del espectáculo, no podía ser de otra forma, sólo imita un anhelo.