En el escenario de la Alianza Francesa una radio marca la travesía de seis amores que se desean inquietos y sórdidos. Algo del sabor popular roza la sensibilidad del cuento indigenista y los encuentros infieles con el Tío, se debate en el vértigo del lenguaje o las pulsiones asesinas de la risa. El hilo de un inesperado clima erótico busca abrirse paso ante la previsibilidad de los espectadores, la obra se tiende tranquilamente en lugares límite como el temor incestuoso de los Rituales al atardecer y busca la desmesura en las digresiones de Mis problemas con el lenguaje.
La radio escenificada en Amores que Matan dista de las radios populares que se escuchan en la calle, el director que ha visitado las minas haciendo teatro y conoció las radios mineras en el pasado, nos habla de una reivindicación de la radio en el teatro, y de la literatura boliviana en el lenguaje escénico. El cuento se abre aquí a las seducciones del teatro. Dando continuidad a Marca pa tres, de la radio al cuento, su nueva apuesta sorprende por un renovado deseo de valorizar lo nacional provocado por escritores desatendidos como Raúl Bothello Gozalvez o por las frescas vueltas de tuerca de Giovanna Ribero, Edmundo Paz Soldán, Gladys Dávalos y Ariel Mustafá. David Mondacca señala que transitando el espectro social el lenguaje tiene que ver con estrategias de sobrevivencia. Nacido en el Beni pero enraizado también en la nostalgia con un modo de hablar Kolla, plantea una obra motivada por la añoranza de un país que conoció siendo niño. A continuación la entrevista realizada el 7 de Mayo, siguiendo al preestreno de Amores que Matan.
AZ: La obra tiene algo del teatro popular, ¿cúal es el riesgo de caer en la letanía del teatro costumbrista?
DM: He hecho el teatro desde el más intelectual como los clásicos, desde Las antígonas de Cocteau, desde Calígula, Schiller, Shakespeare, Brecht y también he hecho Salmón, Willer Cervantes que son los más populares acá. Todo porque había que aprender y no había escuela, no había maestros que te enseñen.
Lo popular no está reñido con la técnica. Yo he conocido actores que hacen del teatro un asunto intelectual, ensayan seis meses para presentarse tres días, y conocí a los otros incapaces de regirse a un texto pero grandes improvisadores, venían del teatro de Salmón y de la comedia Italiana y francesa, creo que soy un actor que puedo improvisar y también de regirme al texto. Yo tengo una devoción, quisiera hacer un teatro popular en el buen sentido, no divorciado de la técnica, un teatro donde los actores no improvisen en escena, que no sea el facilismo en escena o la concesión a hacer reír.
Moliere en su tiempo era popularísimo y ahora es muy refinado. Yo tengo una devoción por Santalla, porque antes yo era actor dramático, hacía Don Juan, vestía de negro y él me enseño algo que es reírse, reír es todo, el que se ríe es sabio. No me refiero la risa que es fácil, me encanta la otra risa, la que reflexiona, la que nos muestra la dimensión de la mezquindad que tenemos.
AZ: ¿Por qué se ha elegido hilar las historias con el tema de la radio donde gravitan los cuentos?
DM: Soy un nostálgico de la radio, yo me he munido de la radio y he hecho radio con los grandes, tenía diecisiete años cuando empecé a hacer teatro e hice unos tres años radio, también hice radio en vivo durante mucho tiempo. Me he gestado en la radio y he escuchado telenovelas cubanas, mejicanas, colombianas de los años 75 y he sentido el salto de la radio al sed de televisión, tengo una nostalgia con la radio. Ahora en el concepto moderno de la radio se ha omitido al relator que era el primer actor, como en el teatro se ha omitido el consueta, ya nadie escucha radio, antes la radio era todo, Salmón aprovechó eso. Tito landa, Salmón, Humberto Rada de la peña dieron su vida haciendo radio. Estoy tentado de hacer radio me gustaría hacer esto, en radio.
Yo creo mucho en la literatura y desde proyectos anteriores tenemos una visión de la literatura paceña con Araos, Adolfo Cárdenas, Marcela Gutiérrez en Marca para tres. Nuestra intención era darle a la literatura una dimensión escénica. Me seduce aquello que toca el extremo. El denominador común de esta obra es los amores que lastiman en una apuesta minimalista.
AZ: ¿Existe una memoria fiel a los textos?
DM: No hay una memoria fiel al texto, hay una dramaturgia escénica, y ese siempre es un problema con el autor. Nosotros hacemos dramaturgia a partir de lo nuestro. Los cuentos han variado. El teatro es irreverente en ese sentido, en el cine pasa lo mismo y es un mal necesario porque el lenguaje escénico es totalmente distinto. Se puede hacer teatro sin decir una palabra, Jodorowsky dice que el dramaturgo moderno no necesita escribir una palabra ya que en el teatro todo es imagen, por eso el teatro se acerca al cine.
Saenz también dice que para ser poeta no es necesario escribir poemas sino vivir en lo profundo. Creo que el teatro es una manera de vivir en lo profundo. Una vez vi El Lobo Estepario sin una sola palabra. Y como el teatro tiene la posibilidad de fusionar todas las artes, es canto, música, color, es literatura; puede hacer su propia versión.
AZ: ¿Cuál es la diferencia entre el género del cuenta cuentos y el teatro, y por qué tu trabajo se define más como teatro?
DM: El cuenta cuentos es más urgente y en él todo es válido, abarca mucho más. El teatro seguramente se restringe a un espacio y el actor tiene menor distanciamiento con el personaje, De madera hermano de madera es una obra autobiográfica retrata lo difícil que es ser actor de teatro. Sin embargo también hemos cultivado el género del cuenta cuentos, No le digas, y Marca pa tres son historias hiladas.
El cuento es importante porque tenemos una prisa para todo. Ahora nos encontramos ante el teatro breve, corto pero intenso, es rara la obra que dura una hora y media, la mayoría oscila entre cuarenta y cinco, y cincuenta minutos. Por otra parte el cuento tiene el knock out, el final sorprendente. El teatro tiene que contar historias en diez minutos ya que el público se adelanta, Poe, Benedetti, logran eso. Por eso el carácter efímero que tiene el cuento es fundamental. Es el género más difícil por concitar la historia en unas cuantas líneas.