Supay

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El Museo Nacional de Arte dependiente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, continuando con la presentación de sus exposiciones temporales, invita a la muestra SUPAY – LOS CAMINOS DEL TÍO.La muestra cuyo ingreso es gratuito, permanecerá abierta al público hasta la tercera semana del mes de septiembre, en el Museo Nacional de Arte (Calle Comercio y Socabaya)
 

Para esta singular exposición, se ha dispuesto las Salas Temporales como en el Patio de Cristal, para presentar esta lectura simbólica, mítica y viva del Supay: los caminos del Tío, y su escenificación en una exposición temática, que se hace posible gracias al apoyo incondicional de historiadores, investigadores, coleccionistas privados, artistas plásticos, autoridades nacionales, autoridades de centros mineros, cooperativistas, ingenieros de minas, mineros y palliris, que en nuestro recorrido, compartieron sus creencias, sus vivencias, su arte y su patrimonio, para desentrañar desde su origen el contenido histórico y mítico del Tío.

La exposición está compuesta por instalaciones, pinturas, fotografías e inclusive por una serie de herramientas que son utilizadas en la explotación de minerales; con referencia a la muestra el Director del Museo Nacional de Arte, Edgar Arandia, apunta: la vida rutinaria de los habitantes de Bolivia, esta traspasada por los mitos de creación y origen de las culturas originarias, narrativas que sufrieron un traumático enfrentamiento durante la conquista, con la tradición judeo cristiana de los vencedores. Estos son los vestigios de las formas de religiosidad indígena que quedaron en la memoria y fueron trasmitidas de generación en generación a través de la ritualización anual y fundidas en un sincretismo para evitar su extirpación y olvido, o yuxtapuestas para alternar entre dos mundos; como una estrategia para la supervivencia de la vida espiritual indígena ligadas estrechamente al vivir con la Tierra.

Las prácticas rituales fueron condenadas durante la Extirpación de las Idolatrías, durante el siglo XVII, ofensiva contra-religiosa provocada principalmente por el movimiento mítico religioso del Taki Unkuy (1565).

Entre la diversidad de divinidades que conforman el mundo religioso indígena está el Supay o Supaya, la divinidad de la Manqha pacha o mundo de abajo, encargada de guardar y cuidar los minerales, a los animales que viven y salen en determinadas fechas, a las aguas subterráneas y a las semillas que germinaran para dar alimento a los hijos de la divinidad principal: la Pachamama, cuyos ritos en su honor son más frecuentes en agosto, mes de actividad intensa, según Clemente Mamani, investigador del tema. La tierra se dispone a recibir las semillas del ciclo agrícola anual y cuando está se abre, suben a la Aka Pacha -o el mundo de aquí – el Chacha Supay y la Warmi Supay para provocar la entropía de la vida, para desordenarla y provocar el caos creativo. Es común escuchar a los pobladores urbanos y rurales que en este mes no deben concertarse matrimonios, ni acometer iniciativas comerciales o de otra índole porque habrá desorden; por eso es frecuente que en la casa se produzcan problemas domésticos. Para evitar que eso ocurra se ofrecen mesas de ofrenda y k’oas a la Pachamama, para agradecerle por los frutos que nos brinda y asegurarnos que seguirá haciéndolo para que nada falte.

Asimismo la curadora del museo y responsable de la muestra, Fátima Olivarez, señala: el reconocimiento pleno de la Madre Tierra, Pachamama, como dadora de vida, nos convoca a una convivencia entre nuestro mundo interior y las entrañas de su vientre telúrico –propio de su naturaleza–, cuando nos toca recorrer los caminos del Tío en todo territorio minero.

Recorrer los caminos del Tío, en el Cerro Rico, en Colquiri y en todo centro minero, es un hallazgo sincrético, místico y plástico, expresado en las maravillosas conformaciones que por su color, textura y forma conforman verdaderas obras de arte que se plasman en el interior mina, por la esencia de la tierra, por el trazo fino de sus vetas y por el juego combinado de luces y sombras, de sus parajes en los diferentes niveles.

El Tío es una obra de arte, una escultura, creación propia de manos mineras en trabajo comunitario, cuyo cimiento es un trozo de mineral del lugar de la más alta ley, encomendado generalmente al minero más trabajador y/o antiguo el inicio de la obra, proceso combinado con el “convite” a la Pachamama, que los demás mineros ofrendan con todos los ingredientes indispensables, y haciendo que todos participen de buena fe en el acto ritual.

El taku o arcilla es el que se utiliza para recubrir al Tío, a medida que va avanzando el proceso de su hechura. Cabeza grande con cuernos, ojos saltones, cejas sobresalientes, nariz deforme, pómulos pronunciados, boca con sonrisa sarcástica y quijada triangular, son características principales de su faz, y que hacen a la iconografía típica del personaje. Normalmente su cuerpo es desproporcionado, mostrando con mucha elocuencia su miembro viril erecto, como señal de la fertilidad del yacimiento minero, mientras los pies asientan firmen en la tierra y las manos de gran tamaño aluden al dominio de su entorno.

Los materiales son variados en los diferentes lugares, mientras unos son tallados en la misma piedra de interior mina, otros son figuras de cemento con base en estructuras metálicas. Es el ambiente, los niveles de temperatura y humedad los que permiten definir el material pertinente para evitar su deterioro. Su atuendo en la mayoría de los casos, no es visible por la cantidad de serpentina que rodea su cuerpo de pies a cabeza. Sin embargo, se suele encontrar en algunos parajes un doble Tío, o en otros casos un Tío vestido con el atuendo de un diablo, típico de la danza de la diablada.

No necesariamente todos los centros mineros tienen a un Tío en su seno, existen otros casos en que las illas o piedras del propio lugar son veneradas en el mismo sentido en que se venera y ch’alla un Tío, pero que normalmente se encuentran fuera de la mina. Inclusive en algunos otros casos se conoce como Tata Kajchu, o Señor de las Minas.

El Tío, no es el diablo. En el imaginario colectivo se lo confunde con la imagen diabólica de Lucifer, por las características físicas que normalmente presenta y tal vez por la sinonimia del denominativo de Supay. El Tío es más bien un ser protector, benefactor e intermediario ante la Pachamama facilitando –desde la creencia y mito minero– los caminos que conducen a las vetas de mineral de alta ley, beneficio que genera trabajo productivo e ingresos para los mineros. Es un ser telúrico, respetado y honrado con ofrendas y peticiones para cada jornada laboral; es un ser del bien ubicado generalmente en un paraje especial, protegido y de fácil accesibilidad en la Manqa Pacha (mundo de abajo).

Parte de la innovación y de los cambios que se han ido dando en el Museo Nacional de Arte, en los últimos años, es presentar diversas muestras que después de un largo proceso de investigación, dan como resultado exposiciones en las que los bolivianos se ven quizás hasta identificados, por que se rescatan mitos, costumbres y tradiciones, tal el caso de la muestra dedicada al Tata Santiago o al Señor Jesús, del Gran Poder; Supay – Los caminos del Tío, al igual que las anteriores, cuenta con la participación de nuestros artistas, quienes a su manera, han interpretado al Supay – El Tío de la Mina.

Así por ejemplo, por citar lagunas, mencionar la obra La Salvadora de Guiomar Mesa, que presenta al Tío como una monstruosa imagen central, contraponiendo el bien y el mal, es decir entre la salvación y la muerte de los mineros en interior mina; además de incluir a modo de fotografía, a Simón I. Patiño como un recordatorio de los ricos e influyentes industriales mineros de principios del siglo XX y la presencia trina de mineros, o la actitud horrorizada del Tío de Alberto Medina que se contrapone, en expresión, a la actitud festiva del Mi Tío el preste obra de Reinaldo Chávez, que, no solamente está representado con un rostro diabólico sino también con la imagen icónica de un lagarto y el detalle de una escarapela boliviana en su atuendo. Para los artistas Javier Fernández y Mariana Mendieta – a diferencia de los anteriores– el Tío es El solitario o el Tío adolescente, que en las profundidades de la tierra conviven su labor benefactora con los peligros y acechos del entorno minero, pero también su actitud inocente y su existencia casi desamparada.

La labor escultórica en la hechura del Tío para Gonzalo Cardozo supone la demostración de una iconografía sin complejidades y poco perturbadora, mientras que para Guido Köeller, es una representación iconográfica con una gran fuerza corporal, fruto de su interpretación de la productividad y fertilidad de su arte.

Maestros como Walter Solón Romero, Miguel Alandia Pantoja, Armando Sánchez, Ángel Oblitas y Silvia Peñaloza, también se han inspirado en la realidad minera para lograr interpretaciones plásticas de mineros en su trabajo sostenido y de mucho esfuerzo, demostrando rostros cargados de cansancio y sudor en sus momentos de akullico, antes de continuar con sus largas horas de búsqueda de mineral que se concibe en las entrañas de la Madre Tierra. Los momentos, las técnicas, los temas son variados, y al mismo tiempo son expresión viva material de su lectura interior de nuestra realidad minera boliviana.

Es así que Edgar Arandia en sus obras Temple diablo y Afinación, evoca la presencia del Supay en medio de los músicos –para que logren la entonación y armonía de cada uno de sus instrumentos– al compás del ritmo y la música de la diablada, por las Estrellas de Chuqiwabu, tal como se llama la banda representada. Mientras Gilka Wara Libermann, logra una composición completa de todos los danzantes de la Diablada , en sus diferentes categorías. Completan estas escenificaciones el dibujo de Freddy Blanco titulado Me agarra, me agarra…me agarró, los Habitantes en la acuarela de Fernández y el encuentro de la vida y la muerte, entre dos Chinas, de Chávez, que nos interpretan claramente la existencia del bien y del mal, el principio y fin de la vida.

Las minas y sus paisajes mineros trascienden toda realidad urbana y superan creaciones plásticas, por la exquisitez de sus texturas, formas, colores y materiales naturales. Esta magia telúrica es fácilmente comprobable en la colección fotográfica de Foto Estudio Gismondi, que a lo largo de los años atesoró importantes imágenes que nos transportan en el tiempo a escenarios mineros profundos y míticos –tanto en interior mina como en su contexto exterior–, demostrando en cada una de ellas los diferentes caminos del Tío, la presencia viva de hombres y mujeres que ofrendaron su trabajo sacrificado y fueron testigos fieles de la historia de la minería en Bolivia.

 

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