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Costumbrista y deseándose transgresora en nuestro medio, trastocando el estilo de otras versiones de la comprometida y difícil, Doña Flor y sus dos Maridos, de Jorge Amado en la pantalla, Contracorriente nos ofrece con similar naturalidad desflorada, una especie de realismo, no menos mágico. Por otra parte rebasa, con la misma naturalidad, el miserabilismo y el exportable exotismo de los abalorios de la Teta Asustada.
La despejada Contracorriente logra levar velas por las costas del mar peruano. Inadvertidamente el film captura desprejuiciada la atención. Con vigilada estética de oxigenada fotografía, imágenes granuladas aportan el suficiente encanto para atraer la mirada. Bonita red que anhela su propia profundidad. Prodiga en la imagen previsible en principio se transforma en agradable sorpresa visual. Logra, además que levante ice y ancle, la virilidad de una historia de amor entre hombres sin el estereotipo afeminado.
¿Cómo se representa el amor homosexual masculino en este cine latinoamericano, y hasta que punto supera las fronteras del álgido simulacro? Ansiedad y descontento, exclusión homofóbica, ambigüedad sexual y naturaleza humana, si hay lágrimas no se trata de una lección de moral. Si el peligro del libelo queer rondaba como una posibilidad de anular la obra, el resultado en cambio abre la emotividad en escenas que escapan a la preparación, a las que el espectador puede asistir en la segura oscuridad de su banca para apreciar embellecidas imágenes homoeróticas. Besos en primeros planos donde las barbas se frotan, y cuerpos caen rodando en la arena.
Salir del closet sólo a condición de la invisibilidad, disfrutar del cuerpo prohibido sólo si de un fantasma se trata, o encarnar el fantasma del secreto. Buscar el cuerpo amado o esconderlo en el mar, vagar sin descanso se nos entrega como la naturaleza de la tribulación.
Un cadáver amordazado lanzado en marejada resiste la comparación. Semejante es también la figura mesiánica en este amor de espadas, la de aquel elegido que debe cargar la pesada cruz, "el muerto entregado al mar", Miguel, el pescador soportando los restos de Santiago... y no falta el buen discípulo, el desconocido samaritano que se ofrezca acompañar al estigmatizado en una otra última escena de la redención final.
De esta forma Contracorriente se suma a la escasa lista de cintas inquietantes, que se sumergen en la necesidad de representar el rizomático mundo en tantas otras atmósferas. No sólo por el gusto de ver los cuartos traseros empapados de arena, no se puede negar que la película inquiere formas y estéticas para escarbar, desear y buscar, sentidos y lenguajes al tema.
Contracorriente, film peruano-colombiano dirigido y guionizado por Javier Fuentes León, opera prima como director, se estrenó recientemente en el Multicine de La Paz. El evento es aplaudido por el publico paceño sin poder resistir la tentación de celebrar la exitosa incursión de un actor boliviano en uno de los roles protagónicos junto al colombiano Manolo Cardona y la actriz peruana Tatiana Astengo. Cristian Mercado, multifacético también por su dedicación a la música en el grupo de rock Reverso y al teatro como director y actor, asume el reto de interpretar un papel arriesgado.