Khonlaya

 

Khonlaya: cuarenta años sobre el camino

 

El 1975, en medio de un periodo de dictadura y conmovidos por una serie de acontecimientos históricos de persecución, marginación, represión y muerte, iniciamos las actividades del Centro Autóctono Khonlaya. Jóvenes, nacidos en centros mineros y formados en colegios urbanos de la ciudad de La Paz, teníamos un objetivo definido: reivindicar el arte de los pueblos originarios de nuestro país. De este modo, iniciamos este viaje hacia adentro que definió nuestro camino y nuestra identidad. De la investigación, del contacto con los pueblos y comunidades, de la observación de la realidad que nos mostraba  una enorme riqueza cultural condenada a la marginalidad y en una lucha por sobrevivir se formó otro objetivo: trabajar con grupos juveniles de las laderas de la ciudad, en general inmigrantes de las zonas rurales, para transmitirles lo que íbamos aprendiendo y lo que ellos iban olvidando.

 

Las condiciones de marginación de los inmigrantes rurales estaban determinadas por un fuerte racismo e intolerancia de “blancos” sobre indios. Esta actitud creaba en los inmigrantes la necesidad urgente de asimilarse a la cultura urbana y dejar sus raíces olvidadas o camufladas para poder sobrevivir en un mundo hostil. Nuestro trabajo consistía entonces en formar colectivos de arte con jóvenes de las laderas y preparar con ellos recitales de música y danza nativas, sobre todo, y otras expresiones artísticas como artes escénicas, literatura, exposiciones de dibujo y pintura, etc., que surgían en el proceso. 

 

Viajar para aprender a distinguir instrumentos musicales, ritmos, melodías, danzas, cantos, vestimenta, rituales a los que su ejecución estaba relacionada fue una experiencia apasionante. Transmitir este conocimiento a estas nuevas generaciones hijos de inmigrantes que se formaban en la ciudad fue otra que buscaba fortalecer la identidad, revalorizarla.

 

Más adelante, en otra de las etapas del trayecto recorrido, nos encontramos. Ahí surgió lo que denominamos en ese momento música urbana contemporánea y hoy música de fusión. Las composiciones surgieron del encuentro entre estos mundos que nos determinaron: el ancestral y el moderno. Composiciones de música nativa, música criolla y música de fusión son parte de nuestro repertorio. Hoy, cuarenta años después de iniciado el viaje queremos recordar, compartir y legar nuestra experiencia de vida. 

 

Largo ha sido el trayecto, está en la memoria de los muchos (innumerables) amigos y amigas que lo han compartido. Las transformaciones sociales de la historia y sus reivindicaciones aún se hallan en proceso. Queda la esperanza de que sigamos desarrollando la conciencia de la necesidad de libertad, de justicia e igualdad que hacen falta para que un pueblo pueda despegar sin ataduras y hacer de su capacidad creativa un alto vuelo. Y si no es así, también sabemos que el arte es el camino del guerrero que ama, que da y no cesa en su lucha.

 

*Texto realizado en conversación con Antonio Melgarejo Suaznabar.