ACERCA de TRAJINES Y HACERES

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“La Paz, esta ciudad tiene historias en cada centímetro, sólo hay que escucharla en su noche”, dice Paul Tellería Antelo. Sí, pero también hay que escucharla en su día, en su atardecer, amanecer, en fin, en cada instante que la Ínclita tiene a bien dejar su timidez andina para aflojar la lengua y contar(se) los periplos de una existencia caótica y vibrante.
 
Y así la ha escuchado Paul, transitando sus calles y registrando, libreta en mano, la voz de esta ciudad que inspira amor y odio por partes iguales. Fruto de esa tensión o, más bien, equilibrándose en el cable tensado por sentimientos opuestos, nace este libro, que refleja, en las tres partes que lo componen, aspectos ocultos de esta urbe. Con esto, no quiero decir que Paul sea un descubridor de misterios paceños, sino que es un atento observador cuya sensibilidad le permite trascender el velo que (en)cubre personajes, hechos y lugares cotidianos.
 
En sus andares, el autor recorre la ciudad incansablemente y, al mismo tiempo, deja que la ciudad lo recorra, imprimiendo sus huellas en la fiel libreta que lo acompaña. De este modo, el libro también es un homenaje a otros escritores cuyos andares previos configuraron el imaginario paceño: “Descanso al caminar y buscarte, camino al descansar y encontrarte, la roca cubre tu noche, tu distancia recorrida”, dice Paul, al pie de la tumba de Jaime Sáenz.
 
“La ciudad es, sobre todo, sus habitantes”, dice Luis Loayza. Parafraseando, podríamos decir que la historia de una ciudad es, también, las historias de sus habitantes. En ese sentido, los fragmentos de varias y variadas vidas, que los trajinares de Tellería nos permiten conocer, pueden ser unidos, a guisa de rompecabezas, para (re)imaginar el espíritu multi/pluri/inter cultural de la Ínclita. El antiguo botiquero de San Pedro, el cineasta frustrado y optimista del Mangareva, el trompetista ciego, el “franchute” afincado en la ínclita, el vendedor de huatos, entre otros, dejan su anónima condición de habitantes paceños y, a través de la palabra, se convierten en personajes habitados por la urbe.
 
Los versos y poemas en prosa (o prosa poética, si se quiere) muestran otros andares de Paul, otros recorridos desde, con y en la palabra, pero siempre buscando los detalles menos visibles/recordados/apreciados de este hueco. Detalles que han marcado la vida del autor y su forma de relacionarse con la ciudad y sus habitantes:
  
Sólo la certeza del viento calando tus mejillas,
Será el verbo que recuerde la ironía de estos pasos.
Será el Illimani quien contenga tu bruma
y sus picos escupirán el silencio de mil cantos.
No quiero
y sin embargo, en el recuento de la noche,
tu memoria será canto en la montaña.
 
Así, este libro no es una colección de postales o un folletín literario-turístico. Es una
mirada particular de lo que es (o de lo que podría ser) La Paz para Paul Tellería. En ese sentido, no esperemos descubrirnos en sus páginas, sino más bien, iniciar nuestros propios andares, trajines y haceres en esta ciudad con nombre, más que irónico, farsante.
 
William J. Camacho Sanjinés
La Paz, 29 de junio de 2008
 
La Paz ha encontrado su cronista contemporáneo. Paul Tellería Antelo se define a sí mismo como un turista de su propia ciudad. Sin embargo, si recordamos a Paul Bowles en El cielo protector, habría que decir que Tellería es más bien un viajero. El turista pasa por los sitios con un aire efímero, sin dejar huella; el viajero puede quedarse muchos años en un lugar, y se va adueñando del alma de las ciudades y países que visita. En Trajines y Haceres, el cronista discurre por toda la cartografía de la ciudad, la hace suya a través de viajes en trufi o caminando. Vale la pena acompañar a Tellería: lo que nos entrega es una La Paz íntima, entrañable.

Edmundo Paz Soldan
 

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