UN MOMENTO FUERA DE LA GRANJA

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Camino bordeando un muro viejo de ladrillo, es una cuadra larga, por lo que miro resignado las manchas de humedad que las lluvias formaron durante décadas de olvido. Para mi sorpresa, de pronto me doy cuenta que una de ellas oscila como las ondas de un estanque y, antes de que pueda darme cuenta lo que pasa, comienzan a salir hombrecillos por el hoyo que con gestos me invitan a pasar.

¡Cielos!, una dimensión paralela, no lo pienso e ingreso por el hoyo. Es mejor que no cuente todo lo que vi, porque difícilmente lo creerían, floridos prados, árboles cargados con frutas olorosas y aún más en jovencitas hermosas como vinieron al mundo… y eso era solo el principio de la maravilla. Entonces, la radio se encendió sola, está programada para hacerlo todos los días a las 7:00 a.m. Me resisto a obedecerla, todavía quiero seguir un poco más en la otra dimensión, pero ponen de nuevo aquel espantoso comercial que te habla sobre la belleza de la vida en las pequeñas cosas y rematan con un coro diciendo ¡pura vida!¡estamos contra las drogas!, así que no tengo más remedio que levantarme de un salto y la apago justo antes de esa última parte.

Debería existir un término para nombrar tanta estupidez, me digo a mí mismo mientras voy a la ducha, ojalá se abriera una grieta y se tragase la estupidez de la tierra, aunque tenga que llevarse consigo a media humanidad. No reflexiono más, tengo prisa, hoy quiero llegar temprano al trabajo, prender las luces.

Tomo un taxi, cruza la ciudad medio vacía, da vuelta por la estación de tren y, para mi sorpresa, aparece el muro del sueño, alto le digo al conductor, y me bajo buscando manchas de humedad, todo figura igual, menos por los duendes. No importa, no existen los milagros, la cuadra está poblada de frondosos árboles, no sé de cuál especie, tampoco importa, los pájaros trinan en las copas y sopla fresca la brisa, se oye el rumor del viento entre las hojas, cierro los ojos un instante y nada más escucho.

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