ENTRE LO URBANO Y LO RURAL

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Una reunión de tres roedores que parecieran trajinar un lunes monótono, de corbata y sombrero: humanos y urbanos (Kinsa Achaku). La deflagración de cuatro o más sombras en un posible purgatorio y, pese a eso, su irónica alegría de nunca quemarse del todo (Ch’iwuqas). O el apareamiento ritual de aves, anfibios y astros, aunados por escasos trazos, tres tonos dominantes y un horizonte –formado geométricamente– con pocas líneas (Liq’uchi), conforman la reciente obra de Espejo. Como confirma durante la entrevista, los cuadros de Jackson Pollock  y Mark Rothko  han influido en su desarrollo del color, de ahí –posiblemente– el austero aunque contundente uso de tonalidades, además de la paciente selección de formas y combinaciones que logran su fuerza en la mesura. Aunado al uso consciente de la técnica académica, siempre y cuando, responda a una necesidad expresiva.

Atravesadas por tejidos, líneas y la textura del canto, las expresiones que Elvira Espejo ha elegido no se limitan en género, estereotipo o escuela. La elección del matiz que, con el tiempo, identifique un estilo en su pintura, el uso de una métrica propia a la hora de escribir o el carácter mixto de las artes (sean fusiones musicales, hibridaciones pictóricas o más de una lengua en la escritura) abren un sano espacio de libertad durante la creación. Elvira Espejo ha incursionado en cada uno de estos lenguajes, asumidos como propios y, a su vez, parte de un inventario digamos global, como canales expresivos para así desarrollar su firma.

 El equilibrio entre uno mismo y lo comunal intentan abrirse paso en estas expresiones de arte. Su reciente trabajo en pintura: Pintisa (2007) marca una distancia con su anterior obra. Así reconoce la artista un ‘estilo afirmado’ en esta secuencia de cuadros con figuras danzantes y tonos depurados.

En esta conversación, sus palabras amplían el lugar de lo indígena, problematizando la facilista fórmula indio/contra/blanco, y los peligrosos  –y hoy caducos– supuestos polos opuestos: comunitario/individualista, originario/posmoderno, clásico/vanguardista, etc.

Su frase “un ensamble entre lo urbano y lo rural”, referida al Proyecto de Fusión Musical Thaki, sirve como muestra de un arte que busque espacios de unión, de ‘ensambles’ (culturales, lingüísticos, religiosos) y que trascienda la antigua costumbre de encasillar a corrientes artísticas en cualquier estilo invariable y, junto a ellas, encarcelar a las personas según su ascendencia cultural, manera de vestir, hablar, percibir el mundo, etc.

Sin la necesidad de asumir una postura cerrada a influencias o expresiones ‘ajenas’, el arte de Espejo –quizá por la denotación de su apellido– refleja una estética global y, a su vez, profundamente propia. Asumida como mujer qaqachaca, no tiene reparos a la hora de criticar poses indigenistas (cuando no poseen el sustento necesario) o malestares culturales. Así no muestra la corriente  idealización de un espacio. Sin embargo, expone una de las virtudes de lo andino: la capacidad de absorción de lenguajes, apropiación de corrientes estéticas, su libre capacidad de asimilar lo distinto sin perder el sí mismo, es decir, el difícil punto medio entre el aprendizaje y la propuesta, sin caer en la enajenación pero tampoco limitándose a un espacio corto de posibilidades.

Los fragmentos de esta conversación, quizá y convengan a aquel propósito de “ensamble”, de búsqueda de puntos de comunión y no de líneas divisorias, escuchando de esta forma, no lo que determinada vestimenta, acento o género puedan insinuar, sino la opinión auténtica del individuo (sin importar su ascendencia y posible enmarcación). Antes de llegar a juicios prefabricados, un ensamble busca la novedad, nunca completa, pues sus partes han existido desde antes. Un ensamble también propone nuevas relaciones de entendimiento, lucha o –en su caso– ruptura, con la asunción de una práctica siempre experimental.

Elvira Espejo nació en el ayllu Qaqachaca, (provincia Avaroa) en Oruro. Antes de ingresar en secundaria, viajó a la ciudad de La Paz a recibir el premio Casa de las Américas como finalista con el libro de relatos orales Ahora les voy a narrar (transcrito por Denise Arnold y Juan de Dios Yapita). Durante su bachillerato vivió en Challapata y luego ingresó en la Academia Nacional de Bellas Artes Hernando Siles, ciudad de La Paz, egresando con especialidad en pintura y medios bidimensionales. Ha expuesto cuadros y tejidos, y leído ponencias en Arizona, Santiago de Chile y Europa. Su libro de poesía Phaqar kirki – T’ikha takiy (Canto a las flores) escrito en aymara, kechua y castellano recibió el premio para la Poetisa Internacional en el festival de Poesía (Venezuela 2007). Este año participó en el Proyecto Musical Thaki junto a Álvaro Montenegro, motivo por el que fueron invitados a Berlín. Su reciente trabajo en pintura: Pintisa muestra un asentamiento estético en su obra.

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