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Dioses
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Dioses se estrenó este 10 de Noviembre en el Multicine de La Paz
Por encima del erótico afiche Benetton, donde aparentemente no figura ningún actor principal, moda o gesto publicitario de la película...
Muy natural, por cierto, en su rol de empleada Magali Solier, como nunca, demuestra que no existen pequeños papeles y sí buenos actores.Tristemente el actor principal Sergio Gjurinovic en el papel Diego no resulta creible, salvo algunas escenas, las más incestuosas con Anahí de Cárdenas, actuación desproporcionada en relación a la atrayente interpretación de la carnal adolecente .
Sin duda Dioses disfruta relatar los fatuos fuegos, vaivenes en el amurallado Olimpo de la clase alta peruana, lejos por supuesto, de la mortal tierra donde la miseria luce para nosotros sus peores descampados, "Cómo no criticar, cómo no envidiar " replica bien su director Josué Méndez. Se puede decir que Dioses, es otra transformista que gusta removerse en el nucleo, en el quebradizo huevo familiar, donde aflora la representación de un mundo... ni panfletos, ni melodramas, pero al borde de los dos abismos, porque los moralmente empobrecidos ricos también lloran. Como un ensayo social, tímidamente atestigua los temblorosos cambios actuales, aunque dificilmente conduce a la afamada catarsis griega, el climax que transforma la mirada. Mal que bien nos, obliga a incomodarnos, a posicionarnos, reconocernos, reirnos y amargarnos, atrapados como crujientes insectos en la telaraña social, extraviado el don de expiar faltas y encontrar el camino de la renovación, nos conformamos con el neurotico espectáculo en el anfiteatro latinoamericano. El film muestra el corroido nido de los hijos bien, cuasi caricaturesca nos hace presenciar inverosímiles reuniones pechonas o las menos creíbles fiestas temáticas del hastío. Lugares comunes y sagrados donde padres e hijos prolongan la costosa casta... Sí, Dioses es un juego de emulación de la clase alta, atizada por la banalidad universal con la que una afortunada minoría hace estereotipada antropofagia del resto de la población.
Con la misma temática la boliviana Zona Sur de Valdivia se anticipa a las mismas ansiedades antirracistas. En ambas películas se realiza de ida y de vuelta la inquietante inserción de una clase sobre la otra. Los transparentes y rígidos cristales son símbolos que separan universos. Si bien el film de Valdivia afablemente, con una soterrada tensión, nos lleva al umbral de grandes transformaciones en Boliva. En Dioses se nos muestra un statu quo donde prevalece el dominio de la alta casta carcomida eso sí , por la decadencia. Sin embargo Dioses acentúa aún más la brecha entre la clase alta y la baja. Las propiedades del potentado metalúrgico, la lujosa casa en la playa con los malcriados adolecentes que se revuelcan hasta el amanecer, acompañan la travesía turística por el reino de arriba, y vista de costado, a través de los límpios cristales de un lujoso auto, los ventanales de la oficina de papá, o los blindados vidrios del ascensor donde se cuela, esta la carcomida urbe peruana. Según Méndez son estas, increibles contradicicones, las blancas moradas y las cloacas del pueblo, las que motivaron la realización del film, las desproporcionadas diferencias y el velado racismo que ensombrece el Perú.
La orfandad de la prole chola está representada por las domesticadas empleadas de la casa, o en la figura de la amante arribista que no duda en esconder su origen. Debemos reconocer que en cierto momento Dioses nos deja caer de lo rico al sucio averno de lo pobre, abriendo una supuesta puerta, cuando el erotómano hijo acomodado, toma vacaciones en la villa de una de sus buenas sirvientas, emula alguna abrupta toma de consciencia. Inversamente en Zona Sur, por el contrario, son los de la clase baja, quienes peligrosamente se apoderan, con una maleta llena de dinero, de la simbólica Casa Grande. Si en Dioses se ve la miseria aunque decididamente no se la toca, en Zona Zur ni siquiera se la ve, conpartir la utópica mesa en la escena final, es un espejismo que no logra ser completamente creible. La burbujienta Zona Sur nos confina dramaticamente detrás de las ventanitas de la blanca casa y solo brevemente a través de los inocentes ojos de un niño, acompañando la fuga del mayordomo, se sale de la jaula de cristal y se entra al círculo místico, al gran arcano andino del afuera. Amablemente la pobreza en Zona Sur se disfraza de impuesta idiosincrasia y del enigmático misterio de la cultura andina. Ya lo dijo su director Valdivia “Se trata de un problema de clases”, incluso en quiebra los desgraciados burgueses siguen comportándose como tales.